A partir de

Balzac y la joven costurera china, de Dai Sijie

“Llevo luto por Balzac”, es que Luo y él, llevados a los campos a re-educarse como todos los “jóvenes intelectuales” e hijos de “enemigos del pueblo”, descubrieron que la madre de Cuatrojos, otro de ellos, había ido conseguido llevarlo nuevamente a la ciudad, y con él, se llevaría su maleta llena de literatura occidental.

En las secciones de “literatura occidental” de las Bibliotecas solo se encontraba a Enver Hoxaa, el dirigente comunista albanés. En esa maleta, en cambio, Balzac, Sthendal, Victor Hugo, Flaubert, Dumas, Dostoyevski, Tolstoi, Dickens, Emily Brontë. Era temeroso y egoísta Cuatrojos, no se las dejaría, así que decidieron robársela.

Aquellos libros, en esa montaña perdida, en esos años que solo se podía leer el Libro Rojo de Mao, los transformaron, “de pronto, como un intruso, aquel librito me hablaba del despertar del deseo, de los impulsos, de las pulsiones, del amor, de todas esas cosas de las que el mundo, para mí, había permanecido hasta entonces mudo”. Y también, “al cabo de una jornada, me sentía en Nemours como en mi casa, en mi hogar, junto a la humeante chimenea, en compañía de aquellos doctores, aquellos curas”.

Comenzaron a relatar las historias, secretamente, y a cambio de algún libro, podían conseguir algunos favores. Como el del doctor que le realizó un aborto, prohibido abortar y prohibido tener hijos fuera del matrimonio, a la bella costurera a la que amaba Luo.

Poco después, la bella costurera a la que amaba, se fue sin aviso, a la ciudad, porque Balzac le había enseñado que “la belleza de una mujer no tiene precio”.

Luo quemó los libros, esa otra re-educación, esa “re-educación balzaquiana” la arrancó de su vida.

Es que, “¿no habíamos captado lo esencial de las novelas que le habíamos leído?”.

Un libro es un intruso que se entromete en nuestras vidas. ¿O no?