A partir de
Amuleto, de Roberto Bolaño
Esta “es la historia de un crimen atroz”. Auxilio Lacouture, llegó a México en 1968, cuando “la noche oscura del alma avanza por las calles del DF barriéndolo todo”. En septiembre, la ocupación militar de la Universidad, y en Tlatelolco la matanza. Ella estaba en el baño. “Y supe lo que tenía que hacer. Yo suoe. Supe que tenía que resistir… me dije: Auxilio Lacouture, ciudadana del Uruguy, latinoamericana, poeta y viajera, resiste”.
Fueron quince días, y allí, con “mis recuerdos que se remontan sin orden ni concierto hacia atrás y hacia delante de aquel desamparado mes de septiembre de 1968”. Recordó lo que había pasado, lo que no había vivido, lo que iba a vivir. A las jóvenes generaciones de promesas de la poesía; al sórdido “rey de los putos” de la colonia Guerrero; a la poetisa Lilian Serpas y su hijo obsesionado con el mito griego del incesto y la muerte; a la pintora catalana Remedios Varo; al joven poeta chileno Arturo Belano que volvió a su país a “hacer la revolución”, vino el golpe, estuvo preso y volvió a México.
Pensó en que “la muerte es el báculo de Latinoamérica y Latinoamérica no puede caminar sin su báculo”. Pensó “así es la Historia, un cuento corto de terror”. Pensó que “todos iban creciendo en la intemperie mexicana, en la intemperie latinoamericana, que es la intemperie más grande porque es es la más escindida y la más desesperada”. Pensó en “ser beatniks, no estar atados a ningún lugar, hacer de nuestras vidas un arte”.
Y vio “una multitud de jóvenes”, “cantaban y se dirigían hacia el abismo”. Pero “aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de los espejos, del deseo y del placer”.
Aunque, en aquellos días, por las noches, una voz “me decía tenemos que salir de aquí… Y yo le decía: no podemos… y me decía: te acostumbraste”.
Hay que salir, del baño de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, o de allí donde sea que se éste, no acostumbrarse.