(No es novela ni cuento, a quienes aquí acogemos. Pero escrita por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también lo acogemos).
Justifiquemos un poco más. Con el propio Carlos Fuentes aquí mismo: sobre Elena Poniatowska: “Las definiciones de género no bastan, sin embargo, para oscurecer el plano común a ‘roman’, ‘novela’, ‘nouvelle’, por una parte, y la biografía y periodismo por otra. Este punto de encuentro es el espacio literario –que es una manera de estar en el mundo- … Entonces se disuelven las rigideces formales y regresamos al origen moderno, cervantino, de la narración: épica y picaresca, bucólica y urbana, narración dentro de la narración, ensayo y poema, noticia y crítica”.
“El Renacimiento, que es una de las claves profundas de gestación de la novela iberoamericana”, con su libertar para actuar sobre lo que es: Maquiavelo, libertad para actuar sobre lo que debería ser: Tomás Moro, libertad para considerar lo que puede ser: Erasmo.
De los fabulosos bestiarios de indias, al barroco latinoamericano. A los padres de los novelistas del siglo XX prohijados por la poesía. A la gran ruptura irrumpiendo la Tradición de La Mancha. A la creación del mito. Al pasaje del campo a la ciudad. Al contrapunto de la ironía, el humor y la imaginación, frente a la trilogía del mundo mítico, épico y utópico. Del boom al post-boom, al crack, al mini-boom y anti-boom.
La tragedia de la novela iberoamericana es la imposibilidad de una Tragedia, del pasaje mito/épica/tragedia, atenazada entre la Utopía y la Epica, que –por imposibles- arriesga conducir al maniqueísmo, y resulta en el Barroco latinoamericano, “parodia de la historia de vencedores y vencidos con máscaras blancas y sonrientes sobre rostros oscuros y tristes”.
Pero que, si bien la Iglesia y el Estado impusieron las reglas de la Contra-reforma, la literatura de España inventó, en cambio, una contra-imaginación y un contra-lenguaje, y se ganó el derecho a definir la realidad en términos de la imaginación. Lo que imaginamos es, a la vez, posible y real.
Irrumpiendo la Tradición de La Mancha: fundar otra realidad mediante la imaginación y el lenguaje.
Así la novela, abierta, inconclusa, pluralidad de verdades, podrá realizar la misión de la Tragedia, el conflicto de valores que no se aniquilan entre sí.
Pero también, ir más allá, poner todo en cuestión: “la palabra es fundación del artificio: exigencia, desnivel frente al lector que quisiera adormecerse con la fácil seguridad de que lee la realidad; exigencia, desafío que obliga al lector a penetrar los niveles de lo real que la realidad cotidiana le niega o vela”.