A partir de
Trafalgar, de Benito Pérez Galdós
Fue España arrastrada por el Tratado de Tordesillas, por las exigencias de Francia, por los ataques a sus barcos de Inglaterra.
Con 70 años don Alonso decidió escabullirse de su mujer doña Paca que se oponía, para marchar a Cadiz al nuevo combate, junto a su viejo amigo Marcial, de 66 años, “Medio hombre”, porque batallas anteriores lo dejaron con medio brazo y una pierna, pues parece que los ingleses “sabiendo que yo no era bailarín creyeron que tenía bastante con una”. Llevaron a Gabrielillo con 14 años, su protegido y su criado.
Era cierto, “si algún provecho resulta es para nuestra aliada, mientras todos los desastres para nosotros”. Pero, “el honor de nuestra nación está empeñado”.
Gabrielillo descubriría ya embarcado que “hasta entonces la patria se me representaba en las personas que gobiernan la nación”. A punto de entrar en combate, al lado de hombres de leva, en cambio, “me representé a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes … esposas que mantener, hijos que cuidar, hacienda que conservar, honra que defender … el surco regado con su sudor, la casa donde vivían sus ancianos padres, el huerto donde jugaban sus hijos”.
Fueron derrotados. Por la superioridad inglesa, los errores estratégicos de los oficiales franceses sin Napoleón, que poco después, triunfante en Austerlitz dijo “no puedo estar en todas partes”, la posición del rey pues “todos sus tesoros se emplean en pagar los sueldos a los señores de la corte”.
Fueron derrotados, y fue inevitable preguntarse “¿para qué son las guerras dios mío?”. Y con sus 14 años Gabrielillo la explicaba por “hombres muy malos son los que arman las guerras en su provecho particular … les impulsan a odiar otras naciones … llegará un día en que (los hombres arrastrados a esas guerras) se abrazarán, conviniendo todos en no formar más que una sola familia”. Pero, “después de eso he vivido 70 años, y no he visto llegar ese día”.
Pero un gran embustero que conoció esos días terribles, soñaba vencer a la armada inglesa con barco movidos a vapor y cubiertos de acero. Más tarde, los vio. Y “desde que observé esta coincidencia, no condeno en absoluto ninguna utopía”.
Brutales maestros los grandes acontecimientos históricos, que le enseñaron otro significado de nación, sus móviles, y en el dolor y la desesperanza, la utopía.