A partir de

El asesinato del perdedor, de Camilo José Cela

Está “jugando con las palabras”.

En tanto, Mateo Ruecas fue procesado y condenado por haber sido sorprendido “en un local público y en una escena inequívocamente obscena”: con “el sexo fuera del pantalón” mientras su novia “se había sacado los senos por el escote” en un local viendo televisión.

Le dieron 8 días. A la cárcel, con “la costumbre de que los veteranos roben al nuevo, le fumen el tabaco, le peguen tortas y patadas, le escupan, le humillen, le meen el rancho, le den por culo, la primera noche a Mateo le dieron por culo lo menos veinte veces”.

No fue todo. Tal vez, ni siquiera fue lo peor.

“Es muy peligroso que los jueces sean jóvenes e ilusos, un juez debe ser sereno, viejo, escéptico … Don Cosme, el juez, encerró a Mateo Ruecas, está poco maduro, es joven … piensa que el Espíritu Santo le ayudó a ganar las oposiciones a cambio de su solemne compromiso de enderezar el torcido mundo y borrar de a faz de la Tierra el vicio y los malos hábitos”.

Y sigue peor.

“El juez don Cosme ignoraba la costumbre de la cárcel … tomaba vermú y decía: -Mateo nunca me dijo que lo pasara tan mal en la cárcel. ¿Usted cree que 8 días de cárcel pueden marcar a una persona? A mi no me cabe en la cabeza, yo pienso que hay que ser más hombre y aguantar mejor las adversidades”.

“Este libro debiera haberse titulado”, la arrogancia de la juventud; la nueva Inquisición moral; la soberbia del poder; la criminal desidia. La lección de pretenderse juez de los demás.