El lugar de la estrella, de Patrick Modiano

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El lugar de la estrella, de Patrick Modiano

 

“¿Qué quiere que le diga? Las estructuras éticas se fueron al carajo en la última guerra, mejor dicho, se fueron ya en la Edad Media”.

Y es que, “uno tarda muy poco en olvidarse de sus orígenes, ¿sabe? Un poco de flexibilidad. ¡Se puede cambiar de pellejo cuando apetezca! ¡De color! ¡Vivan los camaleones!”.

Y así, Raphael Schlemilovitch, primero, inventó a Jacobo X mandando un comunicado que desertaba del Ejército porque era el mismo que había impedido que Dreyfus fuera mariscal, creando lo que “fue el tercer caso judío de Francia después del caso Dreyfus y del caso Finaly”.

Y después: en Ginebra, se hizo amigo del también judío Maurice Sachs quien fue sucesivamente agente de la Gestapo, soldado de Estados Unidos, tratante de ganado en Baviera, corredor de comercio en Amberes, encargado de un burdel en Barcelona, , payaso en el circo de Milán con el nombre de Lola Montes. Se estableció por fin en Ginebra donde regentea una pequeña librería”. Volvió a Paris, se proclamó judío públicamente. Pero, decidió “ser un judío colaboracionista”. Declaraba: “soy judío. Por lo tanto sólo me interesan el dinero y la lujuria”. Con su tragicomedia en la que un hijo de las SS hacía de verdugo de su padre rabino no logró despertar la hostilidad que esperaba porque en la Francia de post-guerra “el judío era mercancía apreciada. Nos respetan demasiado”. Decide irse a provincias, estudiar en la Escuela Normal Superior, hacerse un auténtico francés.

“Yo me acordaba de las malas lecturas de mi infancia. Sobre todo aquella serie de Cómo matar al propio padre, de André Breton y Jean-Paul Sartre”. Se declara “el amante de Eva Braun”, “el confidente de Hitler”, “el judío oficial del III Reich”.

Es apresado por la policía de Israel. El general Tobie Cohen lo increpa: “Llegó de Europa con las eternas historias, esas historias pringosas: diáspora, persecuciones, destino patético del pueblo judío … ¡Pues entonces atienda! Ahora está en un país joven, vigoroso y dinámico. Desde Tel Aviv al Mar Muerto, desde Haifa hasta Eilat, la desazón, la fiebre, las lágrimas, la mala pata judía ya no le interesan a nadie. ¡A nadie! No queremos volver oír hablar del espíritu crítico judío, de la inteligencia judía, del escepticismo judío, de las monerías judías, de la humillación y de la desdicha judía. ¡Les dejamos todo eso a los jóvenes europeos como usted! … celebramos hace poco un auto de fe en la plaza mayor de Tel Aviv: las obras de Proust, de Kafka y consortes, las reproducciones de Soutine, de Modigliani y demás invertebrados las quemó nuestra juventud, unos muchachos que no tienen nada que envidiarles a los Hitlerjugend”.

En una sesión Sigmund Freud le dice que “no es judío; sencillamente, tiene delirios alucinatorios, obsesiones, nada más, una paraonia leve. Nadie quiere hacerle daño”.

Alucinaciones, claro: ser en la posguerra amante de Eva Braun, confidente de Hitler, tratarse con Freud… ¿pero no tienen origen en la elección del medio para “matar al padre”: “olvidarse de sus orígenes”, decidir ser un “camaleón”, traicionar a su pueblo?: Traicionarse a sí mismo.

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