Diálogos: El naturalismo, de Emile Zola
(No es novela ni cuento, a quienes aquí acogemos. Pero escrita por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también lo acogemos).
Parece una determinación fría, o ajena a la creación literaria: “la novela experimental es una consecuencia de la evolución científica del siglo… es la literatura de nuestra era científica, al igual que la literatura clásica y romántica ha correspondido a una era escolástica y teológica”. Aunque, no olvida los misteriosos caminos del conocimiento humano, “en los primeros días del mundo, la poesía fue el sueño de la ciencia”.
Y hay un exceso. La institución de la experiencia. “El novelista es, a la vez, observador y experimentador. En él, el observador ofrece los hechos tal como los ha observado, marca el punto de partida, establece el terreno sólido sobre el que van a moverse los personajes y a desarrollarse los fenómenos. Después, aparece el experimentador e instituye la experiencia, quiero decir, hacer mover a los personajes en una historia particular para mostrar en ella que la sucesión de hechos será la que exige el determinismo de los fenómenos a estudiar… El novelista sale a la búsqueda de la verdad… Al final, está el conocimiento del hombre, el conocimiento científico en su acción individual y social”.
Un acto instituyente, sin embargo, controlado. “A nosotros, escritores naturalistas, se nos hace el estúpido reproche de querer ser únicamente fotógrafos… ¡Pues bien! Con la aplicación del método experimental en la novela, termina toda querella. La idea de experiencia lleva consigo la de modificación. Partimos de hechos verdaderos que son nuestra base indestructible; pero, para mostrar el mecanismo de los hechos es necesario que produzcamos y dirijamos los fenómenos; ésta es nuestra parte de invención, de genio en la obra”. Se trata de un método, no de una escuela.
No deja de lado lo característico, tal vez lo decisivo o distintivo de la literatura: “es precisamente la forma la que especializa la literatura”. Puntualiza que “el gran estilo está hecho de lógica y claridad”. Aunque las cargará contra “los retóricos”. Pero reafirma que “su personalidad de artista se afirma seguidamente por el estilo. En esto consiste el arte”.
Aunque lo que da, lo quita: “La imaginación ya no se utiliza, la intriga importa poco al novelista, el cual no se inquieta ni por la exposición, ni por el nudo, ni por el desenlace; quiero decir que el novelista no interviene para quitar o añadir algo a la realidad”.
Por eso, parece un vaivén imposible. Y como muchas cosas, con raros destinos. Porque, curiosamente, puede desembocar en su contrario: “La obra se convierte en un proceso verbal y nada más”.