Diálogos: La tentación de lo imposible, de Mario Vargas Llosa

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Diálogos: La tentación de lo imposible, de Mario Vargas Llosa

 

(No es novela ni cuento, a quienes aquí acogemos. Pero escrita por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también lo acogemos).

 

Los miserables, toda novela, es una “mentira, fraguada de pies a cabeza por sus fantasías y dotada de vida y verdad no por sus semejanzas con una realidad preexistente, sino por la fuerza de la inspiración de quien la escribe y el poder de sus palabras, por las trampas y sortilegios de su arte”.

 

Es “una ilusión turbadora… mentira radical… gracias a la cual la vida verdadera se hace más comprensible y más ambigua, a veces más soportable y a veces más insoportable”.

 

¿Cómo es que alcanza a turbar nuestras almas con su fuerza, poder, trampas y sortilegios? Toda novela produce un “elemento añadido”: “el palabrerío, la incontinencia verbal… el recitado, la actuación”; “el tiempo lento”. Se hace persuasiva.

 

Todo esto el autor puede crearlo, en Los miserables, mediante el narrador que aquí es omnisciente, omnipotente, exuberante, visible, ególatra. Es, “la invención más impetuosa de la novela”.

 

Y con ello la novela tiene una “congénita vocación a crecer, a proliferar a durar”. “Totalidad es una palabra clave en el caso de la novela. Aspiración innata, ontológica, del género, en la novela lo cuantitativo se confunde con lo cualitativo en una curiosa dialéctica… La cantidad es uno de los ingredientes de la calidad novelística”.

 

Totalidad que necesita “sus cráteres”, los “episodios neurálgicos de una novela”, donde “se intensifica al máximo la vida que hay en ella”. Que exige sus personajes como arquetipos o emblemas.

 

Hay más. Pero aquí está el poder de la novela, “algo congénito a la ficción: transformar lo real –la exageración es uno de sus métodos- e imponer a un público el producto así recreado mediante una técnica y un estilo que lo hace parecer ‘real’ y ‘verdadero’. Cuando el creador lo consigue, la irrealidad contrabandeada en la vida pasa a formar parte de la realidad y las mentiras se convierten en verdades”.

 

Y así, son peligrosas. “Lo cierto es que… todas las ficciones hacen vivir a los lectores ‘lo imposible’, sacándolos de su yo particular, rompiendo los confines de su condición, y haciéndolos compartir, identificados con los personajes de la ilusión, una vida más rica, más intensa, o más abyecta y violenta, o simplemente diferente de aquella en la que están confinados en esa cárcel de alta seguridad que es la vida real. Las ficciones existen por y para eso. Porque tenemos una sola vida y nuestros deseos y fantasías nos exigen tener mil. Porque el abismo entre lo que somos y lo que quisiéramos ser debía ser llenado de alguna manera. Para eso nacieron las ficciones: para que, de manera vicaria, temporal, precaria, y a la vez apasionada y fascinante, como es la vida a la que ellas nos trasladan, incorporemos lo imposible a lo posible, y nuestra existencia sea a la vez realidad e irrealidad, historia y fábula, vida concreta y aventura maravillosa”.

 

Felizmente peligrosas. Tal vez, inofensivamente peligrosas.

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