Diálogos: El viaje a la ficción de Mario Vargas Llosa
(No es novela ni cuento, a quienes aquí acogemos. Pero escrita por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también lo acogemos).
“Inventar historias y contarlas a otros con tanta elocuencia como para que éstos las hagan suyas, las incorporen a su memoria –y por lo tanto a sus vidas-, es ante todo una manera discreta, en apariencia inofensiva, de insubordinarse contra la realidad real. ¿Para qué oponerle, añadirle, esa realidad ficticia, de a mentiras, si ella nos colmara? Se trata de un entretenimiento, qué duda cabe… Pero imaginar otra vida y compartir ese sueño con otros no es nunca, en el fondo, una diversión inocente. Porque ella atiza la imaginación y dispara los deseos”.
La obra de Juan Carlos Onetti “está casi íntegramente concebida para mostrar la sutil y frondosa manera como, junto a la vida verdadera, los seres humanos hemos venido construyendo una vida paralela, de palabras e imágenes tan mentirosas como persuasivas para ir a refugiarnos”.
Abrió las puertas a la modernidad en la literatura latinoamericana; con su tema recurrente: el viaje a un mundo inventado para liberarse de una realidad que asquea, con su dialéctica entre realidad y ficción que se solapan sin diluirse una en la otra, y un personaje característico: el indiferente moral, un anti-héroe; dando primacía al plano psicológico y mental sobre la realidad objetiva, al monólogo interior; con un método de trabajo que no obedecía a ningún plan sino que hilvanaba nunca del todo plenamente episodios, escenas, descripciones; con una prosa virulenta, seca, fría y funcional, y un estilo intrincado, neblinoso porque lo que quiere contar es la incertidumbre misma, crapuloso porque quiere contar la esencia malvada de las personas, y la desgracia; con la construcción de un tiempo lento, psicológico, que se detiene retrocede y da un salto; con un tono cargado de pesimismo y negatividad.. Su gran creación de un mundo propio fue Santa María, como Faulkner con Yoknapatawpha, aunque a diferencia del estadounidense, disparándose a lo fantástico. Lograría con todo esto, “deleitar sufriendo, seducir y encantar mientras nos sumerge en el mal y el horror”.
Inventó “un mundo que no es fantástico ni realista, sino una alianza de ambas cosas”. Un logro, un sueño, acaso un imposible.