Pastoral Americana, de Philip Roth

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Pastoral Americana, de Philip Roth

 

Para Lou Levov, segunda generación de judíos en Estados Unidos, dueño de una fábrica de guantes construida de la nada, padre de Seymour, “el Sueco”, “crecimos en unos tiempos en los que era un lugar diferente, cuando el sentimiento de comunidad, hogar, familia, los padres, el trabajo… bueno, era diferente. Los cambios que ha habido son inconcebibles. A veces creo que ha habido más cambios desde 1945 que en todo el resto de la historia. No sé cómo interpretar el fin de tantas cosas”.

Esos años desde 1945, desde el “Día de la Victoria”, hicieron posible a sus hijos, Seymour el Sueco y Jerry, haciendo otro recorrido el del éxito sobre los hombros de sus padres; para Jerry, exitoso cirujano, rompiendo con los mandatos paternos; para Seymour, sucesor en la dirección de la fábrica, siguiéndolos.

El éxito. Y la vida como el Sueco la había concebido, en la que “uno solo tenía que cumplir con sus deberes tenaz e incansablemente … y el sendero del orden se convertía en una condición natural, la vida cotidiana una trama sencilla … sin profundas pulsiones agitadoras, con unas fluctuaciones predecibles, el combate reprimible, las sorpresas satisfactorias”.

Pero ese orden era una decisión de su voluntad. Una decisión que tenía algo detrás. Algo detrás del “héroe del barrio”, de la estrella deportiva, el empresario exitoso, el casado con una gentil, católica, con casa en el corazón de la historia de Estados Unidos, entre protestantes parte de la historia misma del país. “¿Qué clase de máscara lleva todo el mundo?”.

Pero, realmente, ¿todo el mundo? Estaba Johnny Appleseed quien “no era más que un norteamericano feliz, corpulento, rubicundo, feliz. Probablemente no tenía sesos, pero no le hacían falta, lo único que necesitaba Johnny Appleseed era ser un buen andarín. Pura alegría física”. Allí estaban los Estados Unidos que quería el Sueco, no en Woodrow Wilson, no en Thomas Jefferson.

En todo caso, aquella noche el Sueco “se sentó a cenar con una sensación de inercia, inmovilizado, ineficaz, inerte, perdidos el vigor y la franqueza que eran dos bendiciones de un optimismo desmesurado. La agilidad de toda una vida como hombre de negocios, como atleta y como Marine de Estados Unidos no lo habían preparado de ningún modo para ser un cautivo confinado en una caja sin futuro donde no debía pensar en lo que había sido de su hija”.

Merry, su hija de sólo 16 años, militante radical contra la guerra de Vietnam, viviendo en la clandestinidad, perdida para siempre. “En el pasado los judíos huían de la opresión, y ahora huyen de la falta de opresión. Antes huían de la pobreza, ahora huyen de su bienestar. Es absurdo. Ya no pueden odiar a sus padres porque son buenos con ellos, así que odian a Estados Unidos en su lugar”.

Una historia, ¿que se sucede, que se interrumpe, que se bifurca? “Tres generaciones, todas ellas creciendo, trabajando, ahorrando, teniendo éxito. Tres generaciones entusiasmadas con Estados Unidos. Tres generaciones para fusionarse por completo con la población del país. Y ahora, con la cuarta, todo se había quedado en nada. La destrucción absoluta de su mundo”.

Y todo se derrumbó. ¿Por qué? ¿Vietnam? ¿Tener ya todo su bienestar asegurado? ¿Ese secreto familiar, impropio pero inocente? ¿La estupidez “del mundo blanco, anglosajón y protestante” con su corrección liberal? ¿Qué no hay orden en el mundo como quería, creía, aspiraba, sino que caos y desorden? ¿El resentimiento de los radicales? ¿Qué “este país es una mierda”? ¿Qué los padres no explican a los hijos, hagan lo que hagan?

Entender. ¿Se puede? El Sueco “quería saber. Si lago había salido mal, quería saberlo, naturalmente. ¿A qué obedecía su rencor? ¿Cuáles eran sus motivos de queja? Ese era el misterio central: ¿cómo había llegado Merry a ser quien era?”.

¿Por qué? Quién sabe. Y ¿dónde está Estados Unidos, en el “Día de la Victoria”, en Vietnam; en Johnny Appleseed, en Seymour “el Sueco” Levov, en Merry? ¿Y los Levov; en Lou, en Seymour, en Merry? Lo que queríamos, ¿era alcanzable; hay un Appleseed esperándonos, o solo una inevitable Merry?

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