A partir de
Descripción de una lucha, de Franz Kafka
Después de una reunión muy agradable, se le acerca un joven para hablarle de su novia, “no está bien que se lo cuente; apenas nos conocemos”, pero no se retiene. El le responde: “no me interesa ser su confidente”. El joven continua, hablando en voz alta, hay gente alrededor; él lo salva, proponiéndole salir a dar una caminata, aunque “desde luego que yo no había tenido mucho interés en dar este paseo”.
Sin interés en ser su confidente, lo escucha; sin interés en caminar con el joven, lo hace.
¿Por qué? Tal vez, porque “era demasiado tímido … me faltaba valor”. Esto hasta el punto conmovedor y patético de que pensaba que “constituía sin duda una amabilidad por parte de la luna querer alumbrarme; por modestia iba a colocarme bajo la arcada de la torre; pero luego comprendí que era natural que lo alumbrara todo”.
O no. Tal vez porque “lo seguí maquinalmente”, ya una vez en la calle.
O no. Porque “era mejor que no hubiese vuelto a casa. Tal vez este hombre, a mi lado … se hallara en condiciones de valorizarme ante la gente, sin esfuerzo de mi parte”.
Es que sentía, incluso al lado de este joven, “que tal vez mi gran estatura, al hacerle parecer más bajo, le era desagradable. Y esta circunstancia me torturó de tal forma … que me encorvé hasta tocar las rodillas con las manos”.
Caminaban, casi sin hablar. Pensó: “ahora llegaba evidentemente el asesinato”. Y decidió: “déjale hablar y diviértete a tu manera, que es –dilo despacio- la mejor forma de protegerte”. Y sus entretenimientos eran la “demostración de que es imposible vivir”, imaginando: un gordo desmesurado que mueve a voluntad las cosas de la naturaleza; que pasea –también- por las calles con un orante que exagera cada oración para demostrar su devoción: caminaban sin llegar a nada.
Paseos y paseos. ¿Por qué? Tal vez, porque “tu vida era demasiado monótona. Era realmente necesario que te condujeran a otra parte”.
Caminaban casi sin hablar; hablaban sin llegar a nada. Cuando le cuenta la historia a una muchacha, le responde que “todo lo que usted dice es tedioso e incomprensible, y falso también … lo que yo creo es que usted no se ocupa de la verdad porque exige grandes esfuerzos”.
Es que perseguir la verdad, que “exige grandes esfuerzos”, cuando –sea por timidez, o cualquier otra cosa- entregas tu voluntad, y sigues -a quien sea- “maquinalmente”, y pretendes amor o atención “sin esfuerzo”, es imposible. Y así, ¿no es otra cosa que la “descripción de una lucha” contra sí mismo? Acaso perdida de antemano: usted “no puede amar; nada le agita”.