A partir de
El olor de la noche, de Andrea Camilleri
Los “cabeza parcial” andan en más líos que sus estafas financieras. Ellos, “los que se ocupan del dinero. No de la agricultura o el comercio o la industria o la construcción lo que vos queráis, sino del dinero en sí. Del dinero como tal, lo saben o lo entienden todo, hora a hora, minuto a minuto. Lo conocen tanto como a sí mismos, saben cómo ha meado, cómo ha cagado, cómo ha comido y dormido, cómo se ha despertado por la mañana, sus días buenos y sus días malos, cuándo quiere tener hijos, es decir, producir más dinero, cuándo le entran impulsos suicidas, cuándo quiere permanecer estéril, incluso cuándo quiere echar un polvo sin consecuencias … Estos cabezas parciales se suelen llamar ‘magos de las finanzas’ … Pero su cabeza solo funciona en ese sentido, en todo lo demás son unos incultos, son torpes y limitados, primitivos e incluso absolutos cabrones, aunque jamás ingenuos”.
Por eso el caso de la estafa y el crimen que involucra a Emanuele Gargano, contable, especulador financiero, dueño de la gestora financiera Rey Midas, y sus empleados Mariastella Cosentino, locamente enamorada de él, la infartante de ojos violetas Michela Manganaro, y Giacomo Pellegrino, era compleja pero podía descifrarse.
No a la manera de los “cabeza parcial”. Sino de Salvo Montalbano, que aunque “desde hacía algún tiempo había descubierto que su soledad estaba pasando de la fuerza a la debilidad, que le estaba resultado muy duro tomar nota de algo que era enteramente sencillo y natural: el hecho de envejecer”, sabía que igualmente podía seguir la pista del cambiante “olor de la noche” de un testigo algo loco.
Y también, aceptar que “había comprendido que estaba viviendo en el interior de un relato. Había sido transportado al interior de un relato de Faulkner leído muchos años atrás”, sumergirse en él para poder encontrar la solución. Y cuando la halló, “respiró hondo. Y entonces percibió que el olor de la noche había cambiado: era un perfume fresco y ligero, un perfume de hierba tierna, de verbena y albahaca”.
Lo mismo que necesitamos, también, hacer nosotros. Respirar hondo, sumergirnos en un relato, acaso resolver nuestros enigmas.