Cáscara de nuez, de Ian McEwan

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Cáscara de nuez, de Ian McEwan

 

Este momento del “estado del mundo”, que a la vez es “el crepúsculo de la segunda Era de la Razón” y uno en el que “estamos hartos de privilegios y placeres”, hartos, repletos; y que parece más bien “una epopeya antigua en formato nuevo”, en la que estamos inmersos pero que “siempre hay problemas inmediatos. Mientras radios y televisores parlotean por doquier, la gente sigue enfrascada en sus asuntos”.

Una confusión, “un caos”, sí, ¿cómo mirarlo? O escucharlo más bien. Un nonato podría. Es “inocente, exonerado de lealtades y obligaciones, un espíritu libre … No hay nadie que me contradiga ni reprenda, no hay nombre o dirección anterior, no hay religión ni deudas ni enemigos. En mi agenda, si existiera, solo figura mi próximo nacimiento. Soy … una pizarra en blanco”.

Puede así seguir la intriga de su madre, Trudy, su tío y amante de su madre Claude, contra su padre, John Cairncross, que responde bondadosamente a cada punzada que va recibiendo.

¿Pero basta esa inocencia para enfrentar el caos y las intrigas del mundo? Se debate desde antes de nacer entre el mundo de privilegios de un “reino no tan unido” dentro de la Europa Occidental en la que podría nacer, o la condena de vivir como los ingleses pobres: “educado sin libros, con juguetes electrónicos, azúcar, grasa … Sin cuentos a la hora de acostarse que alimenten la plasticidad de mi cerebro de niñito … perdido en una niebla de ruido televisivo y humo secundario. Los tobillos tatuados e hinchados de su madre adoptiva pasan tintineando, seguidos por el perro maloliente de su novio transitorio”.

Se debate entre el viejo mundo de las certezas, la realidad objetiva y la verdad, de un lado; y del otro, “los nuevos tiempos” esos de los “jóvenes instruidos” y sus discusiones sobre las identidades, con su insignia “sentiré ergo seré”, su grito de “abajo la realidad, los hechos obtusos y la odiada pretensión de objetividad. La sensibilidad es reina”, que le permiten a Trudy, su amada y odiada madre, que crea lo que siente sobre ella misma, la intriga que tramaron y sus sangrientos resultados.

Se debate entre la versión de su padre que dan Trudy y Elodie su amiga, que “elude una definición; el enérgico, exitoso poeta-profesor-editor que se propone con calma recuperar la propiedad de su casa, la casa de su padre; o el cornudo desgraciado y engañado, el ingenuo idiota agobiado por las deudas, la miseria y la falta de talento. Cuanto más sabemos del uno, menos sabemos del otro”.

Mundo, vidas, desgarradas que dejamos a los que vendrán; manchando su inocencia; creyendo poder vencer este desgarro con bondad o con malvadas intrigas, para, apenas, sucumbir al final al peso del viejo mundo con sus verdades objetivas.

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