A partir de
El sentido de un final, de Julian Barnes
Creemos a veces poder entenderlo todo. Sobre todo, de la historia de los demás. Creemos que sólo sobre nosotros mismos recreamos una historia auto-indulgente. Hicimos, o lo atribuimos cuarenta años más tarde, cosas hirientes. Creemos que han tenido largos efectos. Por ejemplo, que esa carta resentida y celosa de Tony Webster a Adrian y Verónica, antes su ex para haberse ido después con su compadre del colegio, se cumplió en todas sus abominables deseos.
Descubrirlo, es un desasosiego.
¿Pero tanto poder tenían sus palabras, una carta de un joven apenas salido de la adolescencia? Lo que es seguro, es que descubrir esta historia, ya pasados los 60 años, sí le permitió repensarse a sí mismo. Quiso algo más: “Lo que había empezado como una determinación de conseguir un bien que me habían legado se había transformado en algo mucho más amplio, algo que afectaba toda mi vida entera, al tiempo y a la memoria. Y al deseo. Pensé que podría retornar al principio y cambiar las cosas. Que podría hacer que la sangre fluyera hacia atrás. Incurrí en la vanidad de creer que podría gustarle a Verónica de nuevo”.
¿Sería por Verónica, que tan agriamente lo trataba? Al re-encontrarse con toda esta historia se dio cuenta –creyó darse cuenta- que después, a lo largo de su vida, “me contenté con las realidad de la vida y acaté sus necesidades: si esto, entonces esto otro, y así pasaron los años. En los términos de Adrián, yo renuncié a la vida, desistí de estudiarla, la tomé como venía. Y así, por primera vez, empecé a sentir un remordimiento general –algo entre la compasión y el odio por mí mismo- por toda mi vida … Una medianía, era lo que había sido yo desde que dejé el colegio”.
Sin embargo, Adrian se había suicidado, a los 22 años. ¿Entonces?
Tal vez, no fuera por Verónica. Tal vez fuera por Adrian. Por la imagen que tenía de Adrian. Tal vez, por lo que él creía de Adrian, imaginaba que era. ¿En dónde reside, que genera, el desasosiego de la vida? ¿Compararse imaginariamente con una imaginaria grandeza del otro?, ¿descubrir que es imaginaria y no hay más que otra medianía?, ¿comprobar que “la sangre no fluye hacia atrás”?, ¿descubrir la ruindad de nuestros ídolos?
Me apunto esta lectura. Gracias por compartirla.
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Gracias a ti, por leerla y qué bueno te guste. Y leyendo tu carta de Rilke en https://fernandojpalaciosleon.com/2018/01/28/paris-17-de-febrero-de-1903/, me pasa lo mismo, podría agregar el olor del jazmín, el sol entibiándote en otoño, leer en un café un día de lluvia, el brillo en la mirada de alguien que quieres… las palabras pueden nombrar estas cosas, pero quedan en la frontera. un abrazo
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