Diálogos. El concepto de ficción, de Juan José Saer
(No es novela ni cuento, a quienes aquí acogemos. Pero escrita por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también lo acogemos).
Ser, buscar ser, un escritor, una “literatura sin atributos”. No importa si se es comunista o liberal, argentino o paraguayo, latinoamericano o europeo. “Para el que escribe, asumir esas etiquetas, no es más esencial, en lo referente a lo específico de su trabajo, que hacerse socio de un club de fútbol o miembro de una sociedad gastronómica”.
Es una polémica puntual. A la vez que un programa. Y también, sí, lo que hace, en términos generales, a la gran literatura, su universalidad. “Toda obra artística supone una paradoja en cuanto a su pertenencia. Es inevitable que el arte pertenezca a un momento histórico, a un lugar, pero en lo que tiene de irreductiblemente artístico es condición necesaria que esa pertenencia se borre, pase a segundo plano. Lo esencial de Joyce no es que hable de Dublin, es que habla de mí”.
Para eso, será más pulsional que racional. No creerá en una realidad, ni en el realismo, sino en la “materialidad”, en la constitución del mundo por la palabra, en que la representación lo es de una visión de la realidad.
Para eso buscar “un relato que sea forma pura”. Es decir, “desprenderse de los acontecimientos”. De esa nada del sentimiento y del acontecimiento –más ilusorios cuanto más precisos y nítidos he tratado durante años, y trato todavía, con diversa eficacia, de desembarazarme”.
Por eso, contra la anécdota, ser “biógrafos de nada”, buscando hacer “cantar lo material”, o sea “cualquier objeto o presencia del mundo, físico o no, desembarazado de signo”. Lo que necesita “vigilar a la pasión”, y lograr que “la frialdad, el rechazo, la distancia: que nuestros textos sean como nosotros, de acero”.
Aclara todavía más: es “en esa intemperie … que yo quiero … sacar textos”.
Por todo esto no es extraño, tal vez, que debe aclarar que “no (es) para quedar completamente vacío”.
Y tal vez, esta advertencia, dice más de su programa, “la forma pura”, que todos sus fundamentos. ¿No lleva ese afán de desembarazarse, tan insistentemente repetido, a encontrarse con el vacío en sus textos; y el afán en lacónico lamento?