A partir de
Los amores difíciles, de Italo Calvino
De los cuentos aquí reunidos escojo ‘La aventura de un fotógrafo’. ¿Por qué? ¿Por qué Antonino Paraggi criticaba tanto a los visitantes y a sus amigos ahora casados y con hijos que se fotografiaban?
¿Porque él había quedado soltero y se aislaba cada vez más?
¿O sería porque, como les “predicaba”, “el paso entre la realidad que ha de ser fotografiada porque nos parece bella y la realidad que nos parece bella porque ha sido fotografiada es brevísimo”, o porque, critica, son de los que piensan “que todo lo que no se fotografía se pierde”?. O peor, aún, deberían concluir que “hay que fotografiar todo lo que se pueda, y para fotografiarlo todo es preciso: o bien vivir de la manera más fotografiable posible, o bien considerar fotografiable cada momento de la propia vida. La primera vía lleva a la estupidez, la segunda a la locura”.
Solo le respondían: eres “un pesado”.
Pero allí, aislado con sus críticas, le pedían que al menos les sacara fotos. Lo hacía bien. Comenzó a hacerlo profesionalmente. Peor que eso: quería fotografiar el verdadero carácter de la bella Bice; quería su máscara de la pose habitual; quería la foto clásica; quería fotografiar el recuerdo; quería fotografiar lo detenido, lo no viviente de alguien; quería fotografiar los sueños; quería fotografiarla fuera del espacio y del tiempo.
Se enamoraron, vivieron juntos. Quería una foto de cada instante de ella: “en todas las actitudes, escorzos, maneras, en pose o sin ella saberlo”. Insoportable, BIce lo dejó. Fotografiaba entonces su ausencia. Después, todo lo refractario a la fotografía. Después quiso la “fotografía total”, concluyendo que eso no podía ser más que “fotografiar fotografías”.
¿Por qué Antonino Paraggi pasó del rechazo a la fotografía a la fotografía total?
Ni locura, ni estupidez, ni pesadez. No tan sólo al menos.
Desde siempre, “su verdadera pasión era comentar con los amigos los acontecimientos pequeños y grandes, desentrañando de los embrollos particulares el hilo de las razones generales; era, en suma, por actitud mental, un filósofo”.
¿No sigue siendo verde el árbol de la vida y gris la teoría, aunque en formas cada vez más abigarradas?