A partir de
Las cosmicómicas, de Italo Calvino
De los cuentos aquí reunidos, elijo “Cuánto apostamos”. Qfwfq, que viene desde el inicio de los tiempos, sabía que la aparición del Universo era algo inevitable. Así que no dudó en apostar por ello, contra el escéptico del decano (k)yK. Siempre ganaba sus apuestas Qfwfq.
Sería sólo la primera de muchas apuestas: el surgimiento de los átomos. La aparición de la luz. La detención en el crecimiento de las estrellas. Si el próximo isótopo en aparecer sería de bismuto o de polonio.
De pronto, pasaron a otro tipo de apuestas. Más sobre eventualidades: Si los asirios invadirían la Mesopotamia.
A todo tipo de apuestas. “El 8 de febrero de 1926, en Santhiá, provincia de Vercelli, ¿de acuerdo?, en vía Garibaldi n° 18, ¿me sigues?, la señorita GIuseppina Pensotti, de veintidós años, sale de su casa a las seis menos cuarto de la tarde: ¿toma a la derecha o a la izquierda?”.
Comenzó a perder. Cuando pasaron a apostar sobre una mezcla infinita de hechos, circunstancias, eventualidades. Quién ganará en el encuentro entre el Arsenal y el Real Madrid. Si el Faraón Amenhotep IV tendrá hijos varones. Si Pompeyo vencerá a César. Si Balzac hará suicidarse a Lucien de Rubempré al final de ‘Ilusiones perdidas’.
“Y yo pienso qué hermoso era entonces, a través de aquel vacío, trazar redes y parábolas, individualizar el punto exacto, la intersección entre espacio y tiempo en que saltaría el acontecimiento; mientras que ahora los acontecimientos se caen ininterrumpidos, como una coladura de cemento, en columna uno sobre el otro … una masa de acontecimientos sin forma ni dirección, que circunda, sumerge, aplasta todo razonamiento”.
Parecía, parece, que los razonamientos de Qfwfq eran derrotados por la masa de información. Pero, ¿por qué Qfwfq seguía apostando?
(Ediciones Minotauro. Traducción de Aurora Bernárdez)