La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexiévich

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La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexiévich

 

Mujeres soldados, partisanas, en una guerra popular, visto desde abajo. “No eran los ejércitos (las divisiones, los batallones, las compañías), combatía el pueblo: los partisanos y los grupos clandestinos, los hombres, los ancianos, las mujeres, los niños. Lev Tolstoi se refería a ese ímpetu polifacético como ‘la porra de guerra popular’ y ‘la calidez oculta de patriotismo’. A su vez, Hitler (repitiendo las palabras de Napoleón) se quejaba ante sus generales de que ‘Rusia no combate según las reglas’.”

Testimonios dolorosos, orgullosos, ocultos durante décadas de aquellas mujeres. “Reflexiono sobre el sufrimiento, que es el grado superior de información, el que está en conexión directa con el misterio. El misterio de la vida. La literatura rusa en su totalidad habla de esto”. Y entonces también aquí, buscando “la Historia a través de las voces de testigos humildes y participantes sencillos, anónimos. Sí, eso es lo que me inteersa, lo que quisiera transformar en literatura”.

Horrores. “La tía Nastia se ahorcó en el manzano negro de su jardín. Colgaba muy, muy bajo. Los niños la rodearon y pedían comida”, aún muerta, tal era el hambre que había. Obligadas a lo inimaginable: partisanos ocultos en el bosque durante semanas, en un pantano con las aguas llegándoles hasta el cuello, una partisana con un bebe de un mes y medio, ni leche para darle porque no tenían casi nada para comer ellos mismos, llora la criatura, los nazis pueden encontrarlos, lo ahoga. Una metamorfosis capaz de lo mejor y de lo peor. “La ametralladora pesaba mucho, cargábamos con ella. Como unos caballos. De noche había que hacer guardia, estábamos atentas al más mínimo ruido. Como linces. Controlábamos cualquier susurro. Se dice que en la guerra te conviertes en medio humano, medio animal. Totalmente cierto. No hay otra forma de sobrevivir”.

Más horrores. “En la ciudad la gente caminaba y se caía de hambre. Se morían… su menú durante el asedio, por así llamarlo: sopa de cinturones de piel o de zapatos nuevos, gelatina de cola de carpintero, tortizas de mostaza. En la ciudad se comieron todos los gatos y perros. Desaparecieron los gorriones, las cotorras. Cazaban a ratas y ratones para comérselos”.

Tal era el horror que “durante un bombardeo se nos acercó una cabra. Se acercó hasta el lugar donde nos escondíamos y se tumbó. Simplemente se tumbó a nuestro lado y balaba. Dejaron de bombardear, la cabra nos siguió, no se apartaba de la gente: era otro ser vivo asustado”.

Pero se presentaban, y como voluntarias, a los 16 años. “El cabo preguntó: -Niña, ¿cuántos años tienes? –Dieciseis, ¿por qué? – Porque no aceptamos menores. –Haré lo que sea. Hornearé el pan. Me dejaron quedarme”.

¿Por qué? Por la Patria, un sentimiento predominante. Para vengar a sus parientes muertos por los nazis. Por fantasía infantil, que sería un fácil ir y venir y ganarían la admiración de los suyos.

Y por odio. “la Gestapo detuvo a mi madre. MI hermano pudo escapar, pero mi madre no. La torturaron, la interrogaron sobre el paradero de su hija. Pasó con ellos dos años. Durante dos años los nazis la usaron a ella y a otras mujeres como escudos humanos … Cómo los odiaba… Me ayudó el odio… Aún hoy sigo oyendo el grito de un niño cuando le lanzaron al pozo. ¿Ha oído alguna vez un grito así? El niño cae y grita, grita como desde debajo de la tierra, desde el otro mundo. No es el grito de un niño, ni de un humano… ¿Y ver a un chico joven descuartizado con una sierra?”. “Era un niño judío… El alemán lo ató a su bicicleta para que el niño corriera como un perrito … Lanzó un palo: ‘tráemelo’. El niño se puso de pie y corriendo se fue a por el palo, lo recogió con las manos. El alemán se enfureció… Comenzó a pegar al niño … ¿Y usted me pregunta por qué decidimos luchar? ¿Por qué aprendimos a disparar?”.

Hay preguntas que sobran, y que no podemos dejar de hacerlas, una y otra vez.

 

(Debate. Penguin Random House Grupo Editorial. Traducción por Yulia Dobrovolskaia y Zahara García González)

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