El cielo, de Nona Fernández

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A partir de

 

El cielo, de Nona Fernández

 

De los cuentos reunidos en El cielo escojo “Marión”. Esa inesperada irrupción en su vida de una mujer enferma que lo absorbería completamente.

Más que absorber. Torcer un rumbo. ¿Cuál? El de intentar otro camino, otra vida, ser otro. “Hay tanta casualidad, tanta conexión extraña esperándote al otro lado de la esquina, que no queda otra posibilidad: tienes que haber sido escrito por alguien. Por lo menos en tus mejores días, en tus capítulos más interesantes. Cuando estaba con mi mujer, entre gritos y peleas, pensé una noche que todo eso era un error, un boceto mal hecho para botar a la basura. Tomé mis cámaras, mis lentes y me fui con mis cosas en busca de episodios nuevos. Llegué a este departamento vacío y quería solo estar allí”.

Allí donde vivía Luis, que había dejado algunas cosas, sus discos, unas fotos. Allí donde su vecina lo confunde con Luis. Allí donde vuelve Marión, golpea su puerta, lo saluda, hola Luis, se instala en su departamento, le pide ponga sus discos de siempre. Y él lo hace. Todo lo hace. La cuida en su enfermedad.

Marión muere. El deja la casa. Y algo más. “No sé dónde ir. Creo que soy el personaje de un cuento. Espero que algo ocurra, que alguna seña me encamine y dirija mis pasos”.

Logró otra vida sí, inesperada. ¿Por qué? ¿Acaso por desplazarse de la “busca de episodios nuevos” a pensarse apenas “personaje de un cuento”, esperando que “algo ocurra”? Tal vez puedas torcer el rumbo, al menos imaginariamente. No como personaje. Como autor. O, por qué no, como lector.

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