Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa

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Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa

 

¿Pero cómo una meretriz, una “mujer de vida ligera”, “una pe”, es despedida tras su joven muerte con honores militares y un discurso de capitán Pantaleón Pantoja?

Y es que, más allá de errores de cálculo, como el impacto mediático con toda la prensa escandalizando con la noticia, “ustedes son funcionarias civiles del Ejército y no traficantes de sexo”, tras ser parte del “Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines” para solucionar el grave problema de las violaciones a las mujeres de la población civil en sus apartados destinos.

¿Pero cómo no solo un capitán del Ejército, sino un hombre recatado, sin vicios, despidió con un sentido discurso a la bella Brasileña en su muerte?

No fue por ese momento de desborde generalizado de la población que, por ejemplo, se fanatizaba con los Hermanos del Arca. No fue, como creían al inicio, los efectos de “la humedad del clima, esa exuberancia de la naturaleza”, “ese calor tan pecaminoso”. No fue que las mujeres de Iquitos fueran “las más bonitas del Perú”. Ni que fuera, “después de Paris, Iquitos la más corrompida”, con los alcaldes solicitando la extensión del Servicio a la población civil. Tampoco el efecto de ciertos alimentos de la zona, “las propiedades afrodisíacas de la manteca de bufeo” y otras, comprobándose que “se trata de sabiduría popular y no superstición”.

Fueron las cualidades como organizador del capitán Pantaleón Pantoja. Por eso, cuando pide aumentar el número de visitadoras y la cantidad de prestaciones, el general Scavino, opositor de la iniciativa del Estado Mayor desde el inicio, lo rechaza diciéndole que “es una exageración delirante”, y el capitán Pantoja se limita a responderle “no, mi general, es una estadística científica”, demostrándole con curvas de oferta y demanda lo justo de su solicitud, finalmente aprobada.

Por eso lo llamarán “el Einstein del cache”, abundando con que “has convertido el Servicio de Visitadoras en el organismo más eficiente de las FFAA”.

Aún así, Pantoja se lamenta, mientras conoce goces que desconocía después de enamorarse de la Brasileña conversando sus cavilaciones. “-Al principio le echaba la culpa al clima. Pero he descubierto algo rarísimo … es culpa de este trabajo. -¿Quieres decir al estar tan cerca de la tentación? –es … un sentido de la obligación malsano, igualito a una enfermedad. Porque no es moral sino biológico, corporal. -¿Quieres decir que tienes ganas todo el día por sentido de la obligación?” La Brasileña se burla, pero cuando Pantoja, que casi no comía, fue destinado a preparar el rancho, no paraba de comer; cuando le fue asignada la vestimenta, volvió a ser desganado para la comida, pero apasionado de telas y sastrería.

Hay ese posible desborde interior, cuando nos conocemos interiormente, nos abrimos a nuevos goces, y si, no solo encontramos la justificación necesaria, como cumplir una misión, sino, también, cuando nos atrevemos.

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