Diálogos. Formas breves, de Ricardo Piglia

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Diálogos. Formas breves, de Ricardo Piglia

 

(No es novela ni cuento, a quienes aquí acogemos. Pero escrita por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también lo acogemos).

 

“La literatura permite pensar lo que existe, pero también lo que se anuncia y todavía no es”.

¿Y qué nos anuncia, también?

Con Macedonio Fernández, su fragmentariedad –la de nuestras vidas-; la del fracaso –del amor fracasado- como condición para comenzar a ver la realidad tal cual es y percibir sus secretos; la ilegibilidad con sus neologismos, alusiones, jerga filosófica, placer barroco. Y con todo esto, una primera inversión: la literatura es una “ilusión de falsedad”, ¡no de verosimilitud!, para poder narrar, en otro registro, verdades “a condición de que parezcan falsas”.

Con Roberto Arlt, acceder al “núcleo paranoico del mundo moderno”, buscando “la narración en las formas duras del melodrama y en los usos populares de la cultura”. Por eso, “más que reflejar la realidad, sus libros han terminado por cifrar su forma futura”.

Secretos. Cifra de la realidad. Va más allá en ese camino.

Con Borges, la literatura como memoria de otro, la memoria de Shakespeare conquistando la de un escritor de Buenos Aires, “ante el horror de lo real”, reproduciendo “las formas y los dilemas de ese mundo estereotipado, pero en otro registro, en otra dimensión, como en un sueño”.

Secretos, Cifra de la realidad. Sueños.

De allí la relación tensa con el psicoanálisis y su “épica de la subjetividad, una versión violenta y oscura del pasado personal … nos seduce admitir que en un lugar secreto experimentamos grandes dramas, que hemos querido sacrificar a nuestros padres en el altar del deseo y que hemos seducido a nuestros hermanos y luchados con ellos a muerte en una guerra íntima y que envidiamos la juventud y belleza de nuestros hijos … nos convoca a todos como sujetos trágicos; nos dice que hay un lugar en el que somos sujetos extraordinarios, tenemos deseos extraordinarios”.

James Joyce logró una lectura creativa del psicoanálisis, preocupado por las formas, el modo de narrar, no la temática: “el sistema de relaciones que definen la trama no obedece a una lógica lineal y que datos y escenas lejanas resuenan en la superficie del relato y se enlazan secretamente”.

Y será en el cuento, con Borges, Chejov, Kafka y otros más, que plasmará. Porque “un cuento siempre cuenta dos historias”, el relato visible y el secreto, con sistemas de causalidades diferentes, y el arte está en los puntos de cruce. “¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esa pregunta sintetiza los problemas técnicos del cuento”, permitiendo “hacer aparecer algo que estaba oculto”. Resultando en una “iluminación profana”, con Rimbaud: “la visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana terra incognita, sino en el corazón mismo de lo inmediato”. Necesitará anudarse en un punto, concentrarse en una imagen, construir un final que es fatal, trágico así, pero está contenido oculto desde el principio, cambiando de velocidad abruptamente.

Y la vida reaparece en la literatura, no solo por su otro registro, sino porque “uno escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas. ¿No es la inversa del Quijote?”. Este anverso y aquel reverso, probablemente; desplazándonos libremente.

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