A partir de
Un médico rural, de Franz Kafka
“Uno nunca sabe lo que puede encontrar en su propia casa”.
Para el médico rural fue una solución a su problema: Podría atender al llamado que con “la campanilla nocturna” le habían hecho para revisar al joven enfermo.
Tampoco sabes si la solución a un problema, será buena o mala. Sin caballo, no podía atravesar los caminos nevados de esa noche tempestuosa. El caballerizo, sin él saberlo, estaba en el cobertizo de su casa, y le ofreció dos caballos, pero al tomarlos abandonada a Rosa a las malas intenciones del dueño de las dos magníficas bestias. Al problema, un dilema: ¿su criada Rosa o el joven enfermo que lo reclamaba?
No sabes tampoco si has ido realmente por tu voluntad: llevado por los caballos a la orden del caballerizo, el joven enfermo lo desnudó: “¿Sabes que no te tengo mucha confianza? Ante todo, no viniste aquí por tus propios medios, sino que te arrastraron”.
No sabes tampoco si lo que tienes es lo que quieren. “Es simple prescribir recetas, pero fuera de eso, entenderse con la gente es difícil”. Porque “así es la gente de mi distrito. Siempre esperan que el médico haga lo imposible. Han cambiado sus antiguas creencias; el cura se queda en su casa, y se rasga las vestiduras; pero el médico todo lo puede, suponen ellos”.
Solo le queda huir. “¡Al galope!”. Para no llegar a ninguna parte: “desnudo, expuesto a la helada de esta época desdichada, con un coche terreno y caballos ultraterrenos, vago por los campos, yo, un anciano … de la multitud de mis pacientes, ninguno mueve un dedo. ¡Traicionado! ¡Traicionado! Una sola vez que se conteste un llamado falso de la campanilla nocturna… y ya no hay esperanza de arreglo”.
Problemas. Dilemas. Imposibilidad de encontrarse. ¿Y en esta “época desdichada”, cómo no responder a la llamada nocturna; cómo encontrar un carro ultraterreno para los caballos ultraterrenos que nos arrastran; como, será posible, no dejarse arrastrar?
(Visión Libros. Traducción de Jordi Rottner)