A partir de
Investigaciones de un perro, de Franz Kafka
“¿Por qué no hago como los demás, por qué no vivo en armonía con mi pueblo, sin dar importancia a lo que turba precisamente esa armonía, considerándolo como un simple fallo dentro del gran conjunto?”.
Y esa “no muy feliz disposición”, es la que lo llevaría a comenzar “con mis investigaciones”. Comenzó al ser integrado inesperadamente a los perros de circo bailando en dos patas; siguió preguntándose “de qué se alimentaba la perrada”; la amplió preguntándose “¿de dónde saca la tierra estos alimentos?”; la experimentó realizando un ayuno que lo dejó al borde de la muerte.
Y descubrió que no eran las respuestas específicas a esas preguntas, lo que lo movía y lo que lo atormentaba. Sino que “lo único que deseaba alcanzar: la confesión del propio saber, eso se niega”.
Esa negación era el drama. “¿Durante cuánto tiempo lo soportarás? Esta es la pregunta vital … resistimos a todas las preguntas … somos verdaderos baluartes del silencio”.
Y también, sosteniendo su infeliz disposición, que “busco el error decisivo que fue culpable de todo”. Y comprobar que “la exacta palabra”, que podría contener la respuesta, se perdió en la noche del tiempo, obligándonos a permanecer en “este mundo de mentiras, donde no se encuentra a nadie de quien obtener la verdad”.
Lo que nos obliga a “no comprender lo evidente”: hacer lo que hay que hacer, lo que debemos.
O también, pero ya es tarde, dedicó su vida a “las cuestiones de la vida cotidiana”, la investigación sobre la alimentación, otra posibilidad: una investigación sobre la música, poder “estimar la libertad por sobre todo”. Aunque, “por cierto que la libertad tal como hoy es posible es un arbusto raquítico. Pero de todos modos libertad, de todos modos un bien…”.
Entre la armonía del cumplimiento del deber o la angustia de la imposibilidad de acceder a la verdad, ¿permite la música –lo alegre, lo ligero, lo libre- un otro camino?
(Visión Libros. Traducción de Jordi Rottner)