A partir de
Blumfeld un solterón, de Kafka
En la fábrica de ropa donde está empleado Blumfeld, es subestimado por el dueño; allí es casi “un desconocido”; cuando se lo considera, es para burlarse de él: pedía un escribiente, Ottomar el dueño le dará sesenta, uno por cada costurera, haciendo imposible moverse en su sección.
Es a la salida que el pesar lo ataca, con “aquella vida absurdamente solitaria” que comprobaba cada noche al llegar a su aposento.
Por eso, “había reflexionado ya sobre la utilidad de procurarse un perrito. Ese animal es alegre y, ante todo, agradecido y fiel”.
Pero presenta varios inconvenientes. “Blumfeld no tolera suciedad en su aposento, la limpieza de su habitación es algo indispensable para él”. Además, podría enfermarse. Requeriría atención.
Rechazó la idea. “Blumfeld prefiere seguir subiendo solo la escalera treinta años más, en vez de ser molestado después por un perro”.
Fue entonces que apareció “lo que está fuera de lo común”.
Sube aquella noche. Escucha un rumor dentro de su habitación. “Enciende la luz. No estaba preparado para lo que ven sus ojos. Aquello es brujería, dos pelotillas de celuloide, pequeñas, blancas y de rayas azules, saltan sobre el suelo una junto a otra”. Lo acompañan pegadas a sus talones, se echan a sus pies al sentarse, saltan sobre la cama al acostarse. Pero le perturban sus ruidos; preocuparse por qué hacer al salir al trabajo, no sea que lo sigan. Decide regalarlo a los niños de abajo.
“Lástima que Blumfeld no sea un niño pequeño, pues dos pelotas así hubiesen sido para él una alegre sorpresa, mientras que ahora le producen una impresión más bien desagradable”.
A veces irrumpe “lo que está fuera de lo común”, y aún maravilloso, te produce desagrado, si es que eliges no “ser molestado”, la soledad, y que nada te resulte “una alegre sorpresa”.
(Visión Libros. Traducción de Jordi Rottner)