A partir de
Marco Bruto, de Francisco Gómez de Quevedo
“¡Oh, poderosa y eterna virtud, que de la muerte naces fecunda, que te fortificas con tus contrarios, que te acreditas con tus enemigos … Tú, premio de ti misma, te aseguras el premio … Y tú, siempre y castigada maldad, parto de la mentira, mérito de condenación, desperdicio del alma, logrero de castigos, inducidor de discordia”.
Marco Bruto, esperaba redimir la amenaza de la tiranía. Porque su padre Junio Bruto lo había hecho con el tirano Tarquino; porque, hijo de Julio César, su cercanía facilitaba la conjura; porque se sintió agraviado con el suicidio de Porcia, su mujer.
Todo alrededor de él conspiraba para conjurarlo. Y se revistió de razones. Unió sus armas a las de Pompeyo, aunque lo odiaba por haber matado a su padre, por causa de la proclamada libertad contra la tiranía de Julio César. “Esta de Marco Bruto fue acción fiscal contra todos aquellos que prefieren el interés propio a la utilidad común”. Vencido Pompeyo, y con el Marco Bruto, Julio César lo perdona y llama a su lado. “Es peor no saber vencer que ser vencidos”: César llamaba a su lado a sus futuros asesinos. Al revés del refrán, “se ha de mirar a quién se hace bien”. Marco Bruto retrasaba su decisión, “porque sabía cuánto riesgo hay en empezar cosas que se aseguran si las sigue el pueblo … (que) tan fácilmente como sigue, deja … alborótase, como el mar, con un soplo”.
Daría el paso, reafirmando sus razones. “Roma es nuestra madre; hoy apenas sabe Roma quién de todos es su hijo. Perder la libertad es de bestias; dejar que nos la quiten de cobardes”. Y se dice: “no trazo conjura; antes formo tribunal”, que castigará la pretensión tirana de César.
Determinado, procedería. Para los idus de marzo se convocaba el Senado, al que asistiría César. Para alcanzar sus nobles razones, la libertad contra la tiranía, recurriría a la hipocresía del traidor. “Nada se ha de mostrar menos que lo que más se desea. La hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es grande virtud política. Llámola el viento de que se sustenta el camaleón del poder”.
Tendría un inesperado aliado: Julio César desoyó todos los augurios, y avisos que le advertían. “Séame lícito afirmar que César fue el primero y el postrero y el peor conjurado contra sí. Los monarcas más peligran en lo que creen que en lo que dudan; porque éste aguarda el consejo que busca, y aquello sigue el que le dan”; sabiéndose que “siempre quien se burló de su peligro se halló burlado dél”. Además, “¿qué otra cosa puede suceder al que llega con sus pecados hasta su muerte?”, los de César: el adulterio del que nació Marco Bruto; haberle perdonado; haberle juntado con otros de sus rivales como Casio.
No es todo. También porque inteligente, estudioso, culto, elegante, confiaba en sus cualidades. Y el otro conjurado, Casio, supo aprovecharlo en su favor, incitándolo. Y después del crimen, Marco Antonio, rival con ellos en la sucesión, y por la misma ciega confianza de sí, supo revertir la gloria que creía merecer el hijo traidor en su obligado exilio.
Ay de la virtud y el pecado, no repartidos, sino mezclados.