A partir de

El maestro de pueblo (el topo gigante), de Franz Kafka

“Los motivos para el éxito y el fracaso son siempre ambiguos”. Exitos y fracasos, incluso de buenas obras; no de empresas, carreras o profesiones.

Cuando la investigación sobre la aparición de un topo gigante realizada por el maestro de pueblo cayó en el olvido casi total después de ser ignorada o despreciada, y un experto se burló de ella, él se apenó, y un profesor decidió defenderlo con una nueva investigación sobre el asunto, pues “participaba en su desgracia”.

¿Serían tales las buenas intenciones declaradas?

Se renovó el silencio y hasta la burla sobre el tema.

Además el profesor iba a colocarse “en una situación curiosa”:

El, como sujeto, era casi igual de insignificante. Pues “mi influencia distaba mucho de ser suficiente como para cambiar la opinión del experto o incluso la del público”.

El objeto de estudio, no le importaba, y “el maestro debía notar que a mí me importaba menos su intención principal –probar la aparición del enorme topo- que la defensa de su hombría de bien”.

Por último, toda actividad parecía excesiva, “mi decisión me echaba encima un gran trabajo”.

El fracaso de la buena intención que lo impulsó a desarrollar una nueva investigación, los enemistó. Para el maestro de pueblo, en realidad el profesor quiso resaltar sus propios resultados a costa de los suyos. Para el profesor, el asunto era algo insignificante y toda polémica ridícula, tanto como el maestro de pueblo.

Decidieron tomar distancia uno del otro. “Quise ayudarlo pero me ha salido mal”.

Participar en el sufrimiento ajeno, necesita conocer al otro, pero también conocerse a uno, y eso es algo arduo, pero nada ambiguo. De lo contrario, todo saldrá mal.

(Visión Libros. Traducción de Roberto R. Mahler)