A partir de
El enfermo imaginario, de Moliere
El boticario Fleurant cobra caro cada remedio y cura que encarga el doctor Purgón, para el enfermo Argán.
La criada Toñeta, se indigna: “Ese señor Fleurant y ese señor Purgón sacan buen provecho de vuestro cuerpo. Buena vaca de leche sois y me gustaría preguntarles cuál es vuestro mal, que tantos remedios exige”.
Igual atrevimiento mostrará al querer Argán casar a su hija Angélica con Tomás Daitorius, hijo del doctor, aunque ella está enamorada de Cleanto, oponiéndose: “Cuando el señor no sabe lo que dice, corresponde a la sirvienta corregir sus yerros”.
Y volverá a ser esencial, cuando la mujer de Argán, Belina, de acuerdo con un notario, quiere que, en vez de redactar su testamento, le transfiera su fortuna en vida, advirtiéndole a Angélica: “vuestra madrastra no se duerme y sin duda prepara contra vuestros bienes alguna conjura”.
Su hermano Beraldo, que lo visita para evitar que Argán mande a Angélica a un convento por no aceptar el marido que le impone, también critica a la medicina, y para sacarlo de su error, lo invita a “que vinieses conmigo a ver alguna comedia de Moliere”, lo que rechaza pues “¡buen impertinente es ese Moliere con sus comedias! ¡Ocurrírsele burlarse de hombres tan honrados como los médicos!”.
No termina todo allí, pues Beraldo echa al médico que visita a su hermano y ofendido se retira pronosticándole el agravamiento de su enfermedad y una próxima muerte. Pero, “¿qué? ¿Es Purgón algún oráculo? Diríase que él tiene en sus manos el hilo de vuestra vida y que con autoridad suprema lo alarga o lo acorta a su placer. Pensad que los principios de su existencia están en vos mismo”.
Y después de desenmascarar a Belinda y burlarse de los médicos haciéndose pasar Toñeta por uno con un hábil disfraz, completan la verdadera cura: doctorar a Argán para que sea médico de sí mismo, con un grupo de comediantes que actuarán de médicos examinadores para otorgarle el título, porque “me parece sobrina, que no es mofarse el plegarnos a sus fantasías”.
Puede haber una buena vida, con amistades que alejen a falsos, interesados, hipócritas, permitiéndonos mantener los principios de nuestra existencia en nosotros mismos, y que, también, puedan jugar con nuestras inocentes fantasías.