A partir de
La cita, de Edgar Allan Poe
¿Por qué fue a ese encuentro, él, tan rico, tan espléndido, tan poderoso?
“Soñar ha constituido el fin de mi vida”. Y todo tendía a realizar sus sueños.
La marquesa Afrodita, ¡Afrodita!, era su amor y su mujer.
Su palacio, era –hecho por él- “este lugar para los sueños”.
Allí, se podía ofender “un espíritu tímido”, no el suyo, dispuesto a satisfacer sus sueños, pues permitía “la contemplación de las magnificencias”: todas las obras de arte, todas las épocas, todas las ornamentaciones arquitectónicas.
Pero, poderosa vencedora, siempre Victoriosa, se asoma la muerte. Sobre Afrodita, envenenada. No solo sobre ella.
Y resonó el poema, antiguo y suyo a la vez:
“Una voz del futuro me reclama:
-¡Adelante! ¡Adelante!-. Más se cierne sobre el pasado (¡negro abismo!) mi alma
Medrosa, inmóvil, muda”.
Sueños, deseos, pasiones, lo sabemos y a veces esto impone una cita fatal, mueren con la muerte, “Victorioso gusano”, “verdadero héroe” del “drama del hombre” (nos dirá en Ligeia).
(Alianza editorial. Traducción de Julio Cortázar)