A partir de
La sociedad de los soñadores involuntarios, de José Eduardo Agualusa
“Estas memorias” de Daniel Benchimol están llenas de historias reales casi inverosímiles; de hombres que no son los mismos que fueron una vez, pues “vamos siendo personas diferentes a lo largo de la vida”; de discusiones, pues Hossi, su amigo ex guerrillero de UNITA, lo increpa por no seguir su plan de liberar a su hija Karinguiri y los otros presos políticos de la cárcel con métodos militares: “el pacifismo, hermano, es como las sirenas: no respira fuera del mar de la fantasía, no se lleva bien con la realidad. Mucho menos con nuestra realidad, tan cruel”.
Es que “Angola no es para los mansos”.
Aún así, sueñan. Sueñan solo sueños, “un sueño es solo un sueño”. Sueñan sueños “como artefactos delicados. La mayoría se deshace a la luz como la piel de los vampiros, y después, ni cenizas”. Sueños que se confunden con la vida, pero son algo distinto: “Una amiga me dijo una vez que soñar es lo mismo que vivir, pero sin la gran mentira que es la vida”. Sueños como crímenes como descubrió un pobre viejo cuando lo interrogaron por sus sueños en una investigación de la Inteligencia: “¡Ahora soñar también es un crimen!”, protestó indignado. Sueños como adivinación: “¿Alguna vez pensaste para qué sirven los sueños? ¡Quién sabe! Mi abuela se servía de los sueños para saber cosas. Adivinaba el futuro a través de los sueños”. Sueños para resolver problemas, “para encontrar soluciones a problemas que nos preocupan mientras estamos despiertos”. Sueños que nos desnudan y por eso “todos los sueños son aterradores, porque son íntimos. Son lo que tenemos de más íntimo. La intimidad es aterradora”. Sueños para, como lo chamanes, “comprender el mundo. La palabra ‘chamán’ viene de una lengua del este de Siberia, significa ‘aquel que ve en la oscuridad’”. Sueños para “deshacer el sentido común de las cosas”. Sueños para intentar vivir sin riesgos: “soñar es ensayar la realidad en el confort de nuestra cama … Lamentablemente las personas han dejado de valorar los sueños. Necesitamos devolver al sueño su vocación práctica”.
Y también, sueños preñados de riesgos. Se lo enseñó su hija Karinguiri, presa política del régimen: “Ni te imaginas los sueños que caben en esta prisión”. Y lo comprobó cuando el último sueño antes de morir de Hossi, entrando al Palacio de Gobierno, fue el mismo sueño que esa misma noche soñó todo un pueblo.
Tal vez estos sueños, los que están preñados de riesgos y son compartidos, son los que permiten “ver en la oscuridad” deshaciendo “el sentido común de las cosas”. Y aunque al principio todo parezca confuso, misterioso, rebuscado, ridículo, “más tarde cobran inesperada coherencia”.
(Edhasa. Traducción de Claudia Solans)