Octaedro, de Julio Cortázar

octaedro julio cortazar

A partir de

 

Octaedro, de Julio Cortázar

 

De los cuentos aquí reunidos, elijo “Manuscrito hallado en un bolsillo”. Puede ser que el juego sea lo que permita la convergencia contra toda “esa gente agobiada que sube y baja de los vagones del metro … que miran sin ver con esa ignorancia civil de toda apariencia vecina, de todo contacto sensible, cada uno instalado en su burbuja”.

Inventó su juego entonces. “La regla del juego era esa, una sonrisa en el cristal de la ventanilla y el derecho de seguir a una mujer y esperar desesperadamente que su combinación coincidiera con la decidida por mí antes de cada viaje … reclamando la posibilidad de que todo coincidiera alguna vez, mujer y cristal de ventanilla, sonrisa aceptada o repelida, combinación de trenes y entonces sí, entonces el derecho de acercarme y decir la primera palabra”.

Sí, pero para acercarse a Paula, debió “negar por una vez la ley”, porque “no puede ser que nos separemos así, antes de habernos encontrado”.  Y pudo entonces encontrarse cada martes. Y reír juntos. Y compartir sus gustos. Y fue “una felicidad como de oleaje boca arriba”.

Pero no. Lo corroía algo dentro. Le contó su juego. Le propuso jugar. Ver si coincidían, “intentar un encuentro legítimo”. Y si no, separarse. Paula lloró, pero aceptó.

Cuando confundes las reglas del juego con el juego, ya dejaste de jugar; y la vida con sus juegos, no te deja ya jugar.

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