Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll

Alicia en el Pais de las Maravillas lewis carroll

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Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll

 

Cuando Alicia vio al “conejo con chaleco y con un reloj en su interior” y cayó al pozo, y vio allí otro país, un “País de Maravillas” conoció a la reina de corazones, al gato de cheshire que se esfumaba dejándonos su sonrisa, y a la oruga azul, y todo le resultaba curioso, conoció algo más.

Conoció que ese País de Maravillas está hecho de disparates. Está hecho de juegos. Y de juegos sin reglas: la “carrera de comité”, en la que “no hubo el tradicional ‘uno, dos, tres’, sino que empezaron y terminaron la carrera a su antojo, de forma que no era fácil saber en qué momento había de concluir”, o la partida de crocket en la que “todos jugaban a la vez sin esperar su turno”. Y que es un mundo que está loco, en el que todo está al revés, como el juicio que emite la condena antes de conocer el veredicto.

Conoció más. Que para vivir en ese país, “no tienes derecho a crecer aquí”. Que salís de allí, no solo cuando creces, y despiertas a “la insípida realidad” sino cuando desconoces que puede haber maravillas, juegos, sin reglas, las cosas al revés, cuándo lo rechazas: “¿quién les va a hacer caso?”.

Conoció que sí, que puedes cambiar, casi a voluntad, solo comiendo un pedazo de hongo para crecer y otro para achicarte. Aunque no puedan definirte: “- ¿Quién eres tú? – Pues yo, ahora mismo no lo sé, señora. Sí sé quién era cuando esta mañana me levanté, pero he debido cambiar varias veces desde entonces”. Aunque sea misterioso: “Vamos a ver: ¿era yo misma al levantarme esta mañana? Casi creo recordar que me sentía un poco distinta. Pero si no soy la misma, le pregunta siguiente es: ¿quién diablos soy? ¡Ah, ese es el gran enigma!”. Aunque sea un poco desconcertante: “-Bueno, ¿qué eres?- dijo la paloma. – Yo, yo soy una niña –concluyó Alicia sin mucha convicción, al recordar los numerosos cambios por los que había pasado en aquel día”.

Con tantos cambios misteriosos, enigmáticos, conoció algo más: “no hay cosa sin moraleja; sólo se precisa dar con ella”. ¿Y cuál puede ser? La Duquesa que no le gustaba estar en silencio, se lo reveló: “procura ser lo que quieras ser”.

Con una condición: aunque seas ya un adulto, mantén “el corazón simple y afectivo de la niñez”.

 

(Plaza & Janes. Traducción de Luis Marystani)

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