A partir de
Cuánta tierra necesita un hombre, de Tolstoi
La hermana menor, que vivía en el campo con su marido Pajom le respondía a su hermana mayor que la despreciaba por vivir “en compañía de cerdos y terneros … entre estiércol”, que peor era para ella porque “vosotros en la ciudad vivís rodeados de toda clase de tentaciones; hoy todo va bien, pero mañana el demonio puede tentar a tu marido con las cartas, el vino o una hermosa mujer”.
Pajom asintió pero fue más allá: “¡La única pena es que disponemos de poca tierra! ¡Si tuviera toda la que quisiera, no tendría miedo de nadie, ni siquiera del diablo!”.
Tenían un huésped escuchando que ni imaginaban: el propio diablo “sentado detrás de la estufa”, que “se había alegrado mucho de que la mujer del campesino hubiera inducido a su marido a alabarse: se había jactado de que, si tuviese mucha tierra no temería ni siquiera al diablo. De acuerdo –pensó el diablo-. Haremos una apuesta tú y yo: te daré mucha tierra y gracias a ella te tendré en mi poder”.
Se convirtió en un gran propietario, pero quería más. Le hablaron de los bashkirios, “tan inocentes como corderos”. Fue hasta ellos y les dijo su intención de comprar parte de sus tierras. Le ofrecieron 1.000 rublos por jornada. “¿Qué clase de medida es una jornada? ¿Cuántas desiatinas tiene?”, les preguntó sorprendido. “Toda la tierra que consigas recorrer en una jornada será tuya, al precio de mil rublos”.
Inició su recorrido, casi sin detenerse a descansar. En un momento se vio “lleno de heridas y magulladuras; las piernas apenas le sostenían”, igual siguió y poco después cayó muerto. El trabajador que llevó para acompañarlo “cavó una tumba lo suficientemente grande para alojar a su amo y lo enterró. Tres arshines de la cabeza a los pies le bastaron”.
Esa fue toda la tierra que obtuvo.
¿Dónde están las tentaciones que nos llevan a la perdición? ¿En los placeres mundanos, en la codiciosa ambición, en la jactancia y el desafío al mismo demonio? ¿O hay acaso, más que un desafío al demonio un pacto admisible con el mismo Dios, de quienes gozan de los placeres mundanos y colman su ambición?
(DeBolsillo. Traducción de Víctor Gallego Ballestero)