A partir de
Adiós, hermano mío, de John Cheever
Los Pommeroy, “como la mayoría de las familias con hijos de más de treinta años, nos hemos visto separados por razones profesionales, por el matrimonio y por la guerra”. Y aquel verano, se reencontrarían, él con su madre viuda y sus hermanos, Diana, Chaddy y Lawrence.
El notaba la tensión que traía Lawrence, y un día lo increpó: “Sal de toda esa tristeza. Olvídala … Crees que tu pesimismo es una ventaja, pero no es más que negarse a aceptar la realidad”.
Lawrence fue igual de directo: ”¿Cuál es la realidad? ¿Que Diana es una mujer estúpida y promiscua? Lo mismo puede decirse de Odette. Madre es una alcohólica … Chaddy no es honesto; nunca lo ha sido. La casa termina hundiéndose en el mar.- Me miró y luego añadió, como una última reflexión-: Tú eres estúpido”.
Ël reaccionó: “le asesté a mi hermano un golpe en la cabeza que le hizo doblar las rodillas”.
Al día siguiente, Lawrence partió, solo lo despidió su madre. El sintió esa “mañana tan maravillosa … Soplaba el viento norte. El aire era muy limpio”. También, pensó, “¿qué se puede hacer con un hombre así? ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo convencer a su ojo para que no descubra entre la multitud la mejilla con acné, la mano enferma? ¿Cómo se le puede enseñar a responder ante la inestimable grandeza de la raza humana, ante la áspera belleza de la piel de la vida?”
Tristemente, muchos de nosotros, en muchas ocasiones, sólo podemos percibir “la áspera belleza de la piel de la vida” deshaciéndonos de quienes no la perciben, no la pueden percibir; tristemente, también, muchos de nosotros, en muchas ocasiones, sólo podemos percibirla si cerramos los ojos.
(Literatura Random House. Traducción de José Luis López Muñoz y Jaime Zulaika Goicoechea)
GOOD BLOG , CONGRATULATIONS !
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Richard! gracias!
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