A partir de
Una visión del mundo, de John Cheever
Se dio cuenta que hay una discordancia fundamental, que las cosas no encajan.
Fue cuando pensaba que “nuestro idioma es un conjunto de tradiciones, el resultado de siglos de comunicación”, y al asomarse sobre el hombro de la persona que estaba delante de la fila del supermercado, leyó “6 huevos entremeses”.
Fue cuando regresó a su casa riendo después de bailar alegremente en el mismo supermercado con la música ambiental que sonaba, y su mujer lo recibió diciéndole que “tengo otra vez la horrible sensación de ser un personaje en una comedia de televisión. Quiero decir que soy una persona agradable, voy bien vestida, y mis hijos son guapos y simpáticos, pero me angustia la sensación de que solo existo en blanco y negro, y de que cualquiera, con solo usar el mando del televisor, puede hacerme desaparecer”.
Fue cuando se dio cuenta que perfectamente podía abandonar a su mujer y a sus hijos, y cayó en la cuenta de que “no puedo dejar las contraventanas del porche que yo mismo he reparado y pintado; no puedo renunciar al zigzagueante sendero de adoquines que yo mismo he construido entre la puerta lateral y la rosaleda; por eso, aunque mis cadenas estén hechas de césped y pintura para interiores, me tendrán bien sujeto hasta el día de mi muerte”.
Entonces comprendió que “las realidades más exteriores de la vida tenían la consistencia de los sueños … nuestra vida normal tiene la consistencia de los sueños … en nuestros sueños volvemos a encontrar las virtudes tradicionales”.
Y comenzó a soñar. Y en cada sueño se le aparecía una extraña frase, que lograba recordar, sin comprenderla, al despertar. Y ese recordarla tan precisamente le permitía que sus sueños “fueran algo real, vivo y permanente”.
Y supo que “lo que yo quería era conseguir que mis sueños, a pesar de la incoherencia del mundo, tuvieran legitimidad”. Que, tal vez, aun habiendo una discordancia fundamental entre las cosas, no se trata de ver una “cadena de hechos, sino una esencia: algo así como esa indescifrable colisión de sucesos que puede llevar a la alegría o a la desesperación”.
Una esencia a la que podemos llegar por medio de las palabras -la consistencia de nuestros sueños-, que al repetirlas “parecen tener los colores de la tierra”, confirmándonos su realidad, o al menos, pudiéndonos conducir a las perdidas virtudes, a pesar de la incoherencia del mundo.
(Literatura Random House. Traducción de José Luis López Muñoz y Jaime Zulaika Goicoechea)