Largo pétalo de mar, de Isabel Allende

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Largo pétalo de mar, de Isabel Allende

 

Victor Dalmau y Roser Bruguera son de aquellos que vivieron tres vidas en una vida. Que empezaron una vida nueva una vez, y dos veces, y tres veces. Las mareas de la vida los llevaron, a Roser de las sierras donde hambrienta de niña criaba cabras a hija adoptada de los Dalmau, novia de Guillem hermano de Víctor muerto en el Ebro durante la Guerra Civil, madre de Marcel, de las sierras a Barcelona al campo de concentración francés para los exiliados españoles pasando por la terrible Retirada tras el triunfo de Franco, al exilio primero en Chile y después en Venezuela, pianista, mujer, cómplice, compañera y amante de su cuñado más tarde, mucho más tarde. Y las mareas de la vida llevaron a Víctor de la distancia de la pasión política de su padre y su hermano a médico formado por la necesidad en el frente y la retaguardia de la Guerra Civil, a la Retirada, al campo de concentración francés, al exilio primero en Chile y después en Venezuela, detenido por Pinochet al Estadio Nacional y al campo de concentración en el Norte de Chile, a humanitario y prestigioso cardiólogo, a marido, cómplice, compañero y amante de su cuñada.

Las mareas de la vida los transportaron en el “Winnipeg”, el barco conseguido por Neruda para trasladar a exiliados españoles en Francia a Chile en 1939. Chile los recibiría. Chile, “largo pétalo de mar”. Chile, “una raza acostumbrada a las dificultades de la vida”. Chile, “que la tumba serás de los libres/ o el asilo contra la opresión”. Chile, “esa mancha alargada en el mapa que desafiaba las convenciones”. Chile, “que en apariencia era moderno y próspero, pero bastaba rascar la superficie para ver las lacras”. También muchas vidas en una sola vida en un Chile que fue, que es, muchos Chiles en un solo Chile. Desembarcaron en Valparaíso, esa noche vieron “millares de luces temblorosas del puerto y de las viviendas de los altos cerros que competían con las estrellas … brillaba como una ciudad mítica salpicada de diamantes”.

Las mareas de la vida les llevaron a la enfermera suiza Elisabeth Eidenbenz que tres veces apareció casi mágicamente para juntar a esa familia que se separaba y se volvía a encontrar llevada por las mareas de un tiempo turbulento.

Podría decir Víctor mucho más tarde que “mi vida ha sido una serie de navegaciones”; siempre, todos nosotros, somos llevados por las mareas de la vida aquí y allí, a veces tristemente, a veces zozobrando, a veces, felizmente.

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