A partir de
Libra, de Don DeLillo
Lee Harvey Oswald se creía, se quería, un héroe del socialismo. “Lo convirtieron en el embaucado de la historia”.
Win, ex agente de la CIA -su mujer lo miraba y “temía que se transformara en uno de esos individuos que mudan su resentimiento en santidad y brillan año tras año con luz pura y saturada-, creía que su plan para asesinar a JFK, era perfecto. Pero no, “fue un asunto tortuoso, un asunto que, a corto plazo, triunfó sobre todo gracias al azar. Listillos e imbéciles, ambivalencia, voluntad férrea y diversas casualidades”.
Lee era de “los solitarios, aquellos que sueñan con un gran momento”. Lee, “tiene la impresión que vive en el centro del vacío. Desea percibir una estructura que lo incluya, una definición lo bastante clara para concretar adónde pertenecer. Pero el sistema flota a través de él, a través de todo, incluida la revolución. Para el sistema, es un cero a la izquierda”. Y, solitario, marine que desertó a la Unión Soviética, escribiendo al Partido Socialista de los Trabajadores y leyendo su diario, escribiendo a Comité por un Trato Justo con Cuba, creyendo que podía jugar con el FBI y los ex agentes de la CIA que complotaban, con los anti-castristas, uno de ellos ex piloto comercial, ex instructor de aviación militar, incursionando en la medicina, la astrología, llenos de odio, acabó trabajando para ellos mientras se repetía “Trotsky es la forma pura”. Solitario, creyéndose portador de la Historia, del Socialismo, de la Revolución, fue una pieza en la conspiración, y su víctima propiciatoria.
Es que “existe un mundo dentro del mundo”, el de las conspiraciones del “odio, odio puro”, el de “el ensueño del dominio, la perfección de la ira, la perfección del deseo”. Pues “hay algo que no sabemos. La verdad no es aquello que sabemos o sentimos, sino lo que aguarda más allá”. Un mundo de secretos. De planes que trazan una trama y encuentran sus personajes. “Es una sociedad hechizada … Trabajo de espía, trabajo secreto, inventamos una sociedad en la que siempre se está en guerra”. Y esa trama, ese invento, se escribe en la realidad, y tuvo en el Informe Warren su “novela oceánica que James Joyce habría escrito si se hubiera trasladado a Iowa y hubiese vivido hasta los cien años … el libro joyceano de Estados Unidos, la novela en la que nada queda afuera”. Porque, como creía Win, “llevamos vidas más interesantes de lo que creemos. Somos personajes de las tramas … Atentamente analizadas en todas sus afinidades y vínculos, nuestras vidas abundan en significados sugerentes”, y bien hilados, por uno de estos oscuros tejedores, cualquiera de nosotros puede terminar en el centro de la trama.
Aunque, hay un espacio de libertad. Uno en el que él, Lee, podría decidir. El astrólogo se lo decía, aunque para incitarlo a decidirse a unirse al grupo de francotiradores: “es un Libra … la balanza … el equilibrio … Como es libra es capaz de ponerse en el lugar del otro … es un chaval situado en la balanza, dispuesto a inclinarse hacia un lado u otro lado”. Lo hizo. Creyendo que era su decisión, con aquel deseo: “concretar adónde pertenecer”, con aquel sueño: “el gran momento”, se inclinó, pero no donde quería, sino en ese “mundo dentro del mundo”.
(Seix Barral. Traducción por Margarita Cavándoli)