La desesperanza, de José Donoso

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La desesperanza, de José Donoso

Llegó después de años. Los últimos de ellos pasados en Paris, al que llegó habiendo salido justo antes del golpe de Estado. El famoso cantor de protesta Mañungo Vera volvió a Chile “en la hora recién estrangulada por el nuevo estado de sitio”, a “este país de mierda”, con miseria y tortura. Un país, peor, al que “la dictadura ha impuesto a la política como único tema respetable en todas las conversaciones y todos los otros temas, nosotros, desde adentro, los reprimimos, copando totalmente el horizonte con la obsesión política, sin dejar que ninguna otra idea crezca”.

Por eso, había decidido que después del funeral de Matilde Urrutia, la mujer de Neruda, volvería a París.

Y porque todo había cambiado. Chile, pasó del fervor revolucionario a la dictadura. El, pasó de sus convicciones juveniles a este desencanto, un cantor que cantaba canciones en las que ya no creía, y así entonces apenas una figura comercial, un cliché, una máscara de sus nuevos sentimientos. Matilde, que pasó de ser una figura, junto con Neruda, del comunismo, a pedir la extremaunción en su última hora y una misa para su entierro. Lopito, que pasó de su militancia en el MIR, al alcoholismo.

Esa transformación a Mañungo lo consumía de culpa. La misma que sentía la Ju, porque a diferencia de sus compañeras en las mazmorras de la tortura, no la violó su torturador, y aquellas la creían hermana de su horror, porque no se atrevió a confesarles que no había sido así con ella.

La culpa. Por eso volvió, “como una expiación”. Es que “me trababa estar obsesionado con esta historia que no viví, que me hacía sentirme mutilado e incompleto. Por eso, creo, me vine, para ver si puedo recuperar esas partes mutiladas … Regresar a Chile en estado de sitio es incorporarse a la locura de este segundo golpe de estado, ya que no viví el primero”.

Entonces, por la culpa, aunque rechaza el disfraz, el cliché, se quiere adherir a él, para expiar esa culpa. Y en vez de sanarse, perpetúa sus dolores. ¿Quién es uno?, ¿aquello que siente, lo que debe ser, lo que esperan los otros, el disfraz que viste?

¿La fuente de esos dolores es esa ambivalencia, ese desgarro? “¿Qué tienes que expiar?”. “Supongo que mi repugnancia ante el deber de cantar solo los temas de protesta política y experiencia colectiva. Tengo esos temas muy metido adentro, pero ya no creo en ellos como única forma. No puedo librarme de ellos y sin embargo los detesto, valga mi ambivalencia”.

¿O será la fuente de esos dolores la desesperanza? “Nos fuerzan a la violencia, quitándonos toda esperanza”. Tras la muerte de Lopito en una comisaría, abandonó la idea de volverse a Paris. “¿No viste lo que sucedió esta tarde?”.

¿O será la culpa, y el mandato de expiarla? ¿O será no saber cómo, cayendo en la trampa de permanecer donde no quiere estar?

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