A partir de

Después del baile, de Tolstoi

“Igual que el contenido de una botella sale a borbotones después de haber caído la primera gota, mi amor por Várenka liberó toda la capacidad de amar encerrada en mi alma. En ese momento mi amor abarcaba el mundo entero. Sentía afecto por la dueña de casa, con su diadema y su busto al estilo de la emperatriz Isabel; por su marido, por los invitados, por los lacayos e incluso por el ingeniero Anísimov”.

También se sintió conmovido hasta las lágrimas cuando vio a quien pronto sería su suegro, el anciano, apuesto y condecorado coronel con charreteras de plata, bailando embelesado con su hija, su amada Várenka.

Tanto amor declinó pocas horas después. Pocas horas después, también, se desvió de una carrera militar. Y de cualquier cargo público. Todo el posible curso de la vida previsible modificado.

Fue un hecho, un solo hecho, el causante de tamaño cambio repentino. De la decisión de modificar su futuro imaginado, acaso deseado.

Paseando después de la fiesta vio al mismo coronel castigando sin piedad alguna a un desertor de su unidad que gemía “¡hermanos, tened compasión!”. En vez de apiadarse, el anciano tomaba la vara con sus propias manos para azotarlo con más fuerza que sus soldados.

“Dicen ustedes que el hombre es incapaz de comprender por sí mismo lo que está bien y lo que está mal, que es el ambiente lo que determina y da forma a sus ideas. Yo, en cambio, creo que todo depende de la casualidad”.

¿El hombre, el ambiente, la casualidad? También, la sensibilidad. También, volver a preguntarse “lo que está bien y lo que está mal”, y con voluntad tomar nuevos rumbos.

(DeBolsillo. Traducción de Víctor Gallego Ballestero)