Medio sol amarillo, de Chimamanda Ngozi Adichie

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Medio sol amarillo, de Chimamanda Ngozi Adichie

 

Odenigbo y Olanna, profesores universitarios en Nsukka, nacionalistas negros, él pan-africanista, ella de vuelta de Londres donde estudió Sociología. Ambos, con sus amigos que cada noche se juntaban en su casa a discutir de la realidad, de la brutalidad, del colonialismo blanco. Ambos, a inicios de los sesenta, vivían felices. Olanna estaba invadida por una “sensación de que reinaba el orden, de que todas las cosas armonizaban y de que, aunque el equilibrio se rompiera temporalmente, todo siempre volvería a ser como debía ser. Esa era la razón por la cual había viajado: esa paz lúcida”.

Ambos, a fines de los sesenta, en apenas unos pocos años, fueron, también, fervientes sostenedores de la decisión secesionista de separarse de Nigeria y formar la República de Biafra, contra los hausas musulmanes, por el nacionalismo negro, contra las matanzas nigerianas contra los igbo. Y por Biafra su bandera con “bandas negras rojas y verdes y en el centro un luminoso sol amarillo”, que Olanna después explicaría a los niños a los que enseñaba en la escuela que montó en su casa tras la destrucción de las escuelas de Biafra por los nigerianos o su transformación en centros de refugiados: “el rojo la sangre de los hermanos asesinados en el Norte; el negro, el duelo por ellos; el verde presagiaba la prosperidad de Biafra; y por último el medio sol amarillo naciente auguraba el glorioso futuro”.

También los horrores de la guerra civil allí, de las matanzas de negros en Estados Unidos permitieron que Olanna, después de descubrir las infidelidades de Odenigbo y abandonarlo, pensó “cómo una simple acción era capaz de repercutir en el tiempo y en el espacio y dejar manchas que jamás desaparecerán. Pensó en lo efímera que era la vida y resolvió no elegir el camino de la desgracia. Volvería a casa de Odenigbo”.

¿Volvería todo a ser como era? Con la brutalidad de la guerra civil, lo que vio y vivió Olanna comenzaron sus “súbitos descensos en la oscuridad”, a la vez que se mantenía en pie sobreviviendo al hambre, el arma más eficaz de los nigerianos contra los biafreños, a las masacres, a la miseria. Los muertos morían lejos. La familia de Olanna fue asesinada y tuvo que ella confirmar la muerte a sus abuelos, para que pudieran realizar “unos funerales que no se realizaban con cadáveres, sino con sus palabras”. Con el tiempo, a pesar de su fuerza, de su lucha por sobrevivir, “el miedo la dejaba extenuada”.

Biafra fue derrotada Nigeria reunificada.

¿Podía volver a ser todo como era? Olanna, aún lo esperaba, lo deseaba, le decía a Kainene su hermana gemela contándole de una nueva infidelidad de Odenigbo, de su derrumbamiento que chocaba con su anterior optimismo: “Quiero que esta guerra acabe. Que él pueda volver. Se ha convertido en otra persona” y su hermana, siempre realista y distante: “Todos estamos en esta guerra, y nos toca a nosotros decidir si nos convertimos o no en otras personas”. Poco después Kainene desapareció tras las líneas enemigas. Olanna la lloró en voz baja esperando su regreso.

¿Puede volver a ser todo como era?

 

(Literatura Random House. Traducción de Laura Rins Calahorra)

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