El enigma de Ulises (El Ulises de Borges)

El enigma de Ulises Borges

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El enigma de Ulises (El Ulises de Borges)

 

El Ulises condenado por Dante por falsario, lo es por el robo del Paladión (la estatua de Atenea que resguardaba a Troya) y por el fraude del caballo, “pero asimismo culpan su viaje que tachan de sacrílego”. Sacrílego porque violó los límites acercándose a la montaña santa del Purgatorio. Condenado porque no respetó los límites de lo prohibido.

Ulises es culpable, trágicamente. Su culpa es trágica porque remite a “una imperdonable culpa anterior que ningún acto por insigne que sea, corregirá”. Su culpa es trágica porque se ha embarcado sin verdadera fe, y, a pesar de haber “renunciado a su casa y al amor de los suyos”, a pesar de actuar con la “fuerza de palabras nobilísimas y empresas magnánimas”, a pesar de todo esto, “labra su perdición”, “de nada le valdrá el sacrificio”.

Puede ser que sea que “Dante, al urdir su historia, pensó menos en él que en el Otro, en la divinidad cuyo nombre calla y que es el infinito protagonista de la Comedia”. Puede que, más mundanamente, “como espectáculo estético, un destino trágico vale más que un destino dichoso”.

Pero es probable que el misterioso Ulises de Borges, sea el de la paradoja entre la triada venerable de la renuncia – las palabras nobilísimas – las empresas magnánimas, y lo inútil, a pesar de ello, del viaje, que no es más que, finalmente, un sacrificio.

La paradoja, acaso, entre la venerable idea y la inútil acción. Por eso ha sido siendo Homero, creador, y deja de ser siendo Ulises, actor. “Yo he sido Homero; en breve seré Nadie, como Ulises; en breve seré todos: estaré muerto”.

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