
A partir de
Juan Muraña, de Jorge Luis Borges
En ese Buenos Aires del “Palermo del cuchillo y de la guitarra”; de los arrabales, los compadritos, el lunfardo, de una escuela de la calle Thames. Y del que decir que se ha criado allí “se trata, ahora lo sé, de un mero alarde literario; el hecho es que me crié del otro lado de una larga verja de lanzas, en una casa con jardín y con la biblioteca de mis padres y mis abuelos”.
Y lo sabe ahora porque cuando se encontró con Emilio Trápani y le preguntó de dónde sacaba todo aquello del “tiempo de los malevos”, Borges le respondió “me he documentado”, y Trápani le retrucó “a mí los documentos no me hacen falta; yo conozco a esa gente … Soy sobrino de Juan Muraña”.
Y supo que estaba el Palermo detrás de la verja y el de los cuchilleros, y esta historia es real contada ahora de primera mano entonces.
¿O tampoco? Para la madre de Trápani, Muraña “era un desalmado”, para su tía, la mujer del cuchillero era “un hombre de acción”. Para un usurero del barrio no tenía coraje; aunque cuando Muraña se enteró atravesó la ciudad, lo acuchilló y arrojó su cuerpo al Riachuelo. “No sé si la historia es verdad; lo que importa ahora es el hecho de que haya sido referida y creída”, le dijo Trápani a Borges.
Tras su desaparición, para muchos murió “una noche que estaba en copas, se cayó del pescante de su carro … y las piedras le rompieron el cráneo”. Para otros “se fugó a Uruguay”. Para la tía de Trápani, seguía vivo. Y lo siguió diciendo diez años después. Y advertía a los que lo querían desalojar de su casa que su marido no lo permitiría. Y un día el propietario de la casa, el gringo Luchessi apareció “tendido en el zaguán, a medio vestir. Lo habían cosido a puñaladas”.
La tía de Trápani le confirmó que entonces su marido, Juan Muraña, seguía vivo. Y era ahora otra cosa. “Juan está aquí –me dijo- ¿Querés verlo? Abrió el cajón de la mesita y sacó un puñal”.
Entonces, “Juan Muraña fue un hombre que pisó mis calles familiares, que supo lo que saben los hombres, que conoció el sabor de la muerte y que después fue un cuchillo y ahora la memoria de un cuchillo”.
Fue Muraña todo eso. Fue Borges el criado en el Palermo del cuchillo y la guitarra y el jardín detrás de las verjas, porque lo que importa es que la historia “haya sido referida y creída” y que un alarde literario” puede ser mucho más que un alarde literario.