
A partir de
Los chicos de la Nickel, de Colson Whitehead
La Nickel. La Escuela Industrial de Florida para Chicos. “En 1949 la escuela cambió su nombre en honor a Trevor Nickel, un reformador que había asumido la dirección varios años atrás. Los chicos decían que era porque sus vidas no valían ni cinco centavos, como un nickel, pero no se trataba de eso”.
La Nickel. “Fábrica del dolor”. Con su Casa Blanca, “donde se impartía la ley y todo quisque obedecía”: “este sitio era la razón de que la Nickel no tuviera muros ni vallas ni alambres de espino, de que se escaparan tan pocos chicos”. Y si no, las celdas oscuras. La caballeriza con sus dos árboles con dos argollas, de donde no se volvía. O el Callejón del Amor, donde los violaban.
Cualquier punto de origen, cualquier trayecto, cualquier inesperada bifurcación en el camino, te pueden llevar hasta la Nickel. Incluyendo a jóvenes como Elwood, criado estrictamente y con amor por su abuela, inteligente, esforzado.
También forjado como tantos otros en el fuego de la adversidad de la segregación, de las burlas y ofensas de sus iguales en pobreza y sufrimiento; como cuando niño jugaba competencias con los lavaplatos en el hotel donde trabajaba su abuela a ver quién ganaba lavando más en menos tiempo… ganaba el… y una vez un premio que lo maravilló eran unas Enciclopedias y al llegar a la casa estaban sus páginas vacías.
Pero. Está eso que podemos llamar el toque de Elwood, la gracia, la cualidad, la fortuna en el infortunio, el don de Elwood: “hay fuerzas grandes empeñadas en tener sometidos a los negros, como las leyes Jim Crow, y las fuerzas pequeñas empeñadas en tenerte sometido, como otras personas, y enfrente de todo esto de las fuerzas grandes y las pequeñas, tienes que plantar cara y atenerte al sentido de quién eres. Las enciclopedias están vacías. Hay personas que te engañan, que te entregan vacío con una sonrisa en los labios, mientras que otras te roban tu amor propio. Debes recordar quién eres”.
Pero. Están “las estrategias y artimañas” de Turner, “aprendidas a golpe de experiencia y con un especial don para salir sin rasguños”, y poder sobrevivir. Y poder honrar a un amigo.
Pero. ¿Y si no sabes quién eres?, ¿y si tu carácter no te permite sostener quien eres ante el embate de las grandes y pequeñas fuerzas?, ¿y si lo descubres demasiado tarde?
Peor. ¿Y si el mundo con sus grandes y pequeñas fuerzas te pide el don de Turner, no el don de Elwood?, ¿cómo decidirlo -¿se puede decidir algo así?-, cómo saberlo?
Los dones. Saber quién eres. Salir sin rasguños. ¿Los tienes, los buscas, los alcanzas? Recuerda: “Lo de ahí fuera y aquí dentro es lo mismo, sólo que aquí dentro nadie tiene que seguir fingiendo”.
(Literatura Random House. Traducción de Luis Murillo Fort)
Conmovedor planteo, estimula el buceo dentro del si mismo para descubrir con que contamos para enfrentar la vida. Ayuda inmensamente haber tenido el sosten de una abuela inteligente y calida
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