
Construido con elementos de timidez y de urgencia,
de pasión y de silencio;
a través de ganzúas y de ladrones hábiles,
acompañado de anarquistas perseguidos por la policía
y de cómicos que morían sin éxito en los hospitales;
entre carpinteros de duras manos y tipógrafos de manos ágiles;
soñando en la cubierta de los vapores
y en los vagones de carga de los trenes internacionales;
con muchos días de soledad y de cansancio,
sin lágrimas, con los zapatos destrozados,
por las calles de Santiago o de Buenos Aires;
ganándome la vida y la muerte, a saltos,
como los tahúres o los rufianes;
cultivando, sin embargo una gran rosa ardiente,
decidido y vacilante,
llegué donde tú me esperabas con tu ardiente rosa.
No traía sino mi don de hombre,
Mi pequeña gracia de narrador
Y tres abejorros con hambre.
Manuel Rojas
