
Píldoras de la crítica. Enfoque artístico femenino y enfoque artístico masculino. Shulamith Firestone
(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)
“La diferencia, pues, entre el enfoque artístico ‘masculino’ y el ‘femenino’, no es únicamente -como algunos creen- cuestión de diferencia ‘estilística’ en el tratamiento dado a un mismo contenido (estilo personal, subjetivo, emocional y descriptivo, frente a un estilo vigoroso, conciso, incisivo, frío y objetivo), sino del contenido mismo. El sistema de clases sexuales divide la experiencia humana. Hombres y mujeres viven en estas mitades distintas de la realidad. La cultura no hace más que reflejarlo.
Sólo unos pocos artistas han sido capaces de superar en su obra esta dicotomía. Una no puede por menos de preguntarse si los homosexuales tendrían o no razón al reclamar este privilegio para sí. En todo caso, aunque no sea a través de la expresión física, los más geniales artistas han sido hermafroditas en un sentido u otro. Durante el siglo XX, por ejemplo, escritores de la talla de Proust, Joyce o Kafka lo han conseguido, ya sea mediante una identificación física con la mujer (Proust), cruzando voluntariamente la línea divisoria con la imaginación (Joyce) o retirándose a un mundo imaginario pocas veces afectado por la dicotomía (Kafka). Pero no se limita el problema al hecho de que la mayor parte de los artistas no consigan superar la línea divisoria, sino que ni siquiera son concientes de la existencia de una limitación cultural basada en el sexo -tanta es la aceptación que la realidad masculina tiene como ‘Realidad’, por parte de hombres y mujeres.
Y ¿qué podemos decir de las mujeres artistas? Ya hemos visto que sólo en los últimos siglos se les ha permitido tener una participación -y únicamente sobre una base individual y en términos masculinos- en la confección de la cultura. Aún así, su perspectiva ha resultado falsa; se les negaba el uso del espejo cultural.
Además, hay muchas razones negativas en la entrada de la mujer en el mundo del arte. La abundancia crea siempre el diletantismo femenino -vgr. la ‘señorita’ victoriana con todos sus talentos, o las artes de las geishas japonesas, porque, aparte de servir como símbolo del bienestar masculino, la creciente ociosidad de las mujeres a medida que avanzaba el proceso de industrialización, creaba un problema práctico: había que mitigar el descontento femenino, para evitar su estallido. Es posible también que las mujeres ingresaran en el mundo del arte como refugio. Todavía en la actualidad las mujeres se ven excluídas de los centros vitales de poder de la actividad humana; el arte, en cambio, es una de las últimas actividades que disfrazan de autodeterminación y que con frecuencia se realizan en la más estricta soledad. Pero en este sentido más mujeres son como una Petty Bourgeoisie que intentara abrir paso en la era del capitalismo corporativo.
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Solo una revolución feminista es capaz de eliminar completamente el cisma sexual que produce estas distorsiones culturales. Hasta entonces el ‘arte puro’ es una ilusión -una ilusión responsable tanto del falso arte femenino producido hasta la fecha, como de la corrupción del arte de la cultura masculina). La incorporación de la olvidada mitad cultural de la experiencia humana -a experiencia femenina- al grueso de la cultura, es sólo un primer paso, una condición previa; pero debe destruirse el cisma constituido por la propia realidad, antes de que pueda haber una verdadera revolución cultural”.
Shulamith Firestone. La dialéctica del sexo