
Píldoras de la crítica. La poesía victoriana. Kate Millett
(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)
Inglaterra, siglo XIX, sociedad victoriana y revolución sexual. “Mills y Engels abordaron la revolución sexual desde un punto de vista teórico y racional. Hardy, Meredith, Brontë la describieron en el plano de la ficción literaria, aportando valiosos datos acerca de los conflictos que entrañaba y las emociones que despertó; por último, los poetas respondieron a ella a un nivel afectivo, principalmente inconsciente. Con frecuencia, la poesía victoriana no es más que un disfraz de las inhibiciones y emociones más negativas de la época: su ambivalencia, su incertidumbre y su sentimiento de culpa. No representa una reacción frente a los aspectos prácticos de la política sexual, sino frente a la promesa -y también la amenaza- de libertad. Expresa, por lo general, el recelo experimentado por la sociedad victoriana respecto de tres fenómenos: la muerte o la corrosión del concepto de Dios, a consecuencia del progreso de las ciencias sociales (historia, antropología, economía) y naturales (biología, geología, arqueología); la democracia y la posibilidad de una lucha de clases; y esa afrenta contra las antiguas devociones que era la revolución sexual. Ante tales tempestades del mundo contemporáneo, el poeta busca refugio y seguridad en la lejanía de un ambiente medieval, o incluso más remoto. Arnold hizo revivir el género bucólico para describir la aflicción que acompaña a la debilitación de una vocación religiosa, y Tennyson recurrió al romance medieval para tratar del hastío sexual y del fracaso del matrimonio.
Así pues, la medievalidad y el amor cortés ofrecían un marco suficientemente distante para arrostrar tan candentes cuestiones. De hecho, Keats fue quien lanzó tal moda con esa mujer fatal que, en ‘La Belle Dame Sans Merci’, hace consumirse de amor a su desconsolado caballero, ‘pálido y abatido’. Tennyson se sintió atraído por el tema de la languidez y lo abordó con acierto en ‘Tithonus’ y ‘The Lotus Eaters’ …
Los Lirios y las Rosas despertaban en Tennyson emociones muy contradictorias, atrayéndole o repugnándole según los momentos. Los Lirios son criaturas condenadas a una existencia apagada e impersonal … En cuanto a sus opuestos, las Rosas suponen una terrible amenaza para un poeta tan receloso de la actividad sexual de la mujer … Sin embargo, ambos modelos florales resultan igualmente desalentadores: ser un Lirio implica hallarse condenado a muerte; ser una Rosa significa ejercer sobre los demás una influencia maléfica. Sin duda, semejante dualismo no podía ofrecer una visión más desmoralizadora de la sexualidad y del sexo femenino.
El conflicto anterior subsistió en Rossetti, quien desplegó, no obstante, un valeroso esfuerzo por reconciliar la sexualidad con la sensibilidad en ‘The House of Life’, obra que representa un esfuerzo de síntesis del idealismo masculino (amor cortés y platónico) y de una exuberante sensualidad más admirable por sus intenciones que por sus logros”.
Más tarde se producirá el movimiento contrario, con la “liberación sexual de fin de siécle”, sin freno, riesgosa por la reacción que podría generar. “Imitando el ejemplo de Swinburne, Oscar Wilde se pronunciará por la mujer fatal -a quien tan celosamente hizo frente Tennyson- y llega incluso a ensalzar en el personaje de Salomé a esa hembra ‘castradora’ inventada y gradualmente aceptada por la fantasía masculina: hace una diosa de esa mujer quimérica que la imaginación hostil de Mailer convertirá en Puta … Pese a la lánguida sensualidad que emana de sus actos y de sus palabras, Salomé no encarna tanto la sexualidad propiamente dicha cuanto un deseo sexual imperioso”.
Aquí Wilde, mostraba y ocultaba su homosexualidad, más a sí mismo que a una mujer fatal. “Los seguidores de Wilde, que también describieron a la mujer como una idea o una abstracción, respondieron a otras motivaciones. Ahora bien, Salomé inspiró una larga serie de símbolos femeninos caracterizados por su irrealidad: la gentil elegancia de Yeats, el temor a la vida de Eliot, y otros conceptos ampliamente difundidos, tales como el Eterno Femenino, la Madre Tierra y la Castradora”.
Kate Millett. Política sexual