
A partir de
La amortajada, de María Luisa Bombal
Cuando Ana María, muerta, amortajada estaba ya en el velorio que le rendían, “se le entreabrieron los ojos. Oh, un poco, muy poco. Era como si quisiera mirar escondida detrás de sus largas pestañas … Porque ella veía, sentía”.
¿Y qué veía?
El largo desfile de personas que la rodeaban antes de llevarla al cementerio. Hombres casi todos, excepto, su hija Anita, su hermana Alicia, el recuerdo de su madre, el recuerdo de Zoila a quien su madre la entregó para que la criara.
Ricardo, su amor imposible de adolescente, que la dejó repentina, inexplicable, silenciosamente provocándole un sentimiento de languidez y abandono por siempre y la llevó a casarse por despecho. Su padre, frío y distante. Fernando su amante, que la atrajo minorizándola con astucia haciéndose su confidente y su igual en desgracias, a quien entonces odiaba. Antonio su marido, que la hastiaba, lo abandonó, volvió y él la recibió para tratarla con distancia y rodearse de amantes, a quien, entonces, odiaba. Sus hijos, Alberto, Fred, el preferido.
¿Y qué sentía?
Una pregunta que es un grito y una protesta. La languidez, y el abandono la marcaría, el casamiento sería por despecho. “¿Por qué, porque la naturaleza de la mujer ha de ser tal que tenga que ser siempre un hombre el eje de su vida?”.
Terreno resbaladizo. Busca mayor firmeza. Acaso, más que la naturaleza de la mujer, el contraste, el choque, entre dos formas de amar. “Había logrado adaptar a su propio vehemente amor, el amor mediocre y limitado de los otros … ¿Es que todos los que han nacido para amar viven así como ella vivió?, ¿ahogando minuto a minuto lo más vital dentro de sí?”. Vehemencia contra mediocridad. Pero se resuelve primero, ahogando aquella vehemencia.
Sigue en un terreno resbaladizo.
Pero hará pie. Silencios, distancia, frialdad, engaños, astucia. La vehemencia no cabía allí.
Hará pie entonces, con una emoción más perturbadora, pero más maciza.
Fue primero la irritación, el rencor, que “pervertían su sufrimiento”. Y después el odio. Una emoción perturbadora. Que inesperadamente “vino a prolongar el lazo que la unía a Antonio”. Incluso a Fernando. “El odio, sí, un odio silencioso que en lugar de consumirla la fortificaba. Un odio que la hacía madurar grandiosos proyectos”.
¿A dónde la conduciría esta nueva emoción? Al principio, “casi siempre abortados en mezquinas venganzas”. Lo revive, ahora, amortajada, y a la vez siente que se le escapa. “Y he aquí que al dejar de amarlo y odiarlo siente deshacerse el último nudo de su estructura vital. Nada le importa ya. Es como si no tuviera ya razón de ser ni ella ni su pasado. Un gran hastío la cerca, se siente tambalear hacia atrás. ¡Oh, esta súbita rebeldía! Este deseo que la atormenta de incorporarse gimiendo: ‘¡Quiero vivir. Devuélvanme, devuélvanme mi odio!’”.
Ana María, hecha de amor, hecha de odio.
Pen9so relato sobre las consecuencias del primer reconocido abandono. A partir del sorpresivo alejamiento de Ricardo, no pudo construir lazos confiables. Solo la sostuvo la venganza con la que armo su propia condena
Me gustaMe gusta