Píldoras de la crítica. La enumeración en Borges. Carlos Gamerro, Daniel Balderston, Sylvia Molloy

Píldoras de la crítica. La enumeración en Borges. Carlos Gamerro, Daniel Balderston, Sylvia Molloy

(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)

Describir lo que vio “Borges” en el Aleph. “Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato; empieza, aquí, mi desesperación de escritor …. el problema central es irresoluble: la enumeración, siquiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré.

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico, yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.

Daniel Balderston

La enumeración, está subordinada a un problema literario. El problema. “Como dice poco antes el narrador que se llama ‘Borges’, su problema es cómo transmitir el infinito Aleph con un número finito de símbolos, es decir, mediante ‘la enumeración siquiera parcial, de un conjunto infinito’”.

La numeración en Borges, sus atributos. Complejidad y originalidad. “Existen oraciones mucho más largas en la historia de la literatura -baste pensar en Joyce, en García Márquez, en Proust, en Faulkner-, pero la de Borges tiene una complejidad extraordinaria.’ … Quizá lo primero que podemos señalar de esta oración es su deslumbrante originalidad”.

Las características, entre lo caótico, lo heteróclito y el orden. “Si bien este ‘sistema’ de enumeración parece aceptar el caos, logra expresar la totalidad del mundo de un modo distinto, y acaso mejor, que otros procedimientos más metódicos. En un ensayo publicado en Buenos Aires en 1945, el mismo año de publicación del cuento de Borges, Leo Sptizer empleó la definición ‘enumeración caótica’ para designar las listas que proporcionan una apabullante sensación de totalidad. Sylvia Molloy, en cambio, prefiere el término ‘heteróclita’ en lugar de ‘caótica’, y con razón: la otredad radical de la lista crea una suerte de orden”.

La solución: “Es notable por su densidad: en cuatrocientas treinta palabras se dispara vertiginosamente en todas las direcciones desde un centro estático: ‘vi’”. “la oración está organizada alrededor de treinta y siete repeticiones del verbo ‘vi’, que encabezan cada secuencia … Es un uso extremo de la anáfora que tanta importancia tiene en la Biblia (y en parte de la poesía moderna, como en el caso de Walt Whitman, de Vicente Huidobro y de Pablo Neruda, y también en algunos de los poemas tardíos del propio Borges). Pero lo que sigue a ese repetido verbo conjugado en primera persona del singular implica mucho más que treinta y siete visiones: hay muchas más cosas”.

El contenido: “referencias mundanas, eruditas. Precisas y dispares, abarcan áreas del conocimiento sumamente distintas … En esa oración está todo: la matemática, la historia, la medicina, la geografía, las enciclopedias, la literatura (en traducción y en el original), el sexo, la muerte, él mismo, usted, yo: todo al mismo tiempo, simultáneamente y, sin embargo, sin yuxtaposición alguna”.

El estilo. “La precisión con que fue imaginado … Si bien cada elemento de la extensa lista está minuciosamente imaginado, la secuencia es dispar … La contigüidad de los elementos sirve para volverlos extraños”. Sus cláusulas de distintos tipos “provoca cambios de ritmo extremo”. Hay cosas individuales y colectivas, concretas y abstractas, detalles anómalos que sirven como efecto de realidad. Un estilo llano en cada cláusula individual y barroco en el conjunto. Un tono personal y objetivo.

El fin buscado: un modo de evocar un todo infinito.

Carlos Gamerro

La enumeración en Borges, no es un inventario.

Transmite un sentimiento. “No se rige por un principio de acumulación sino por una sutil arquitectura” que permite “sentir esa totalidad que no puede ser dicha”.

El modo: la realiza con saltos y hiatos: de lo grande a lo pequeño, de lo panorámico a lo microscópico, de la vista general a lo insignificante e íntimo.

El sentido. Como “la mirada del niño cargada de intensidad visionaria”.

La apelación al lector. Recurre a percepciones asociadas con recuerdos e imaginaciones, incluyendo al lector en su mirada. Y lo hace introduciendo un giro: Finaliza Borges su enumeración: “vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara”. Ese tú “se refiere, como supongo, al lector … esta interpelación directa es muy efectiva: nos mete en el Aleph, nos convierte en personajes del cuento; este inocuo monosílabo permite el tránsito de la prolijidad de la enumeración a la intensidad de la emoción”.

Sylvia Molloy, sostiene que es un fin en sí mismo, al menos en dos de los textos de Borges. “Tanto en ‘Funes el memorioso’ como en ‘El Aleph’ se declara, en términos casi idénticos, el momento en que la enumeración -tema y a la vez móvil del relato- , incide en el texto”.

Y va distinguiendo entre diferentes modos y sentidos de la enumeración en los diversos textos de Borges.

“La enumeración heteróclita: el abarrotamiento”: aquí, la interrupción, lo arbitrario y conjetural; el obliterar y el poner. El borramiento de la verosimilitud, a la vez que la reclama. Constituyen un caos, un despropósito. Producen una disolución, un “disparatado principio”.

“La enumeración heteróclita: el intersticio señalado”: aquí, al ser las series que enumera dichas por otros, traducidas, presta el lector atención a quien las enuncia; permite que el lector domestique la serie, le de activamente un sentido completándola así activa y selectivamente.

Pero, Borges ha de lamentar la inevitable concatenación, dotación de sentido inevitable, imposición de la causalidad. Excepto en ‘El Aleph’ y ‘Funes el memorioso’ donde las series son “claramente arbitrarias”.

Reside en esta limitación de la enumeración, en esta negación inevitable del caos, de la arbitrariedad, de lo conjetural, de lo arbitrario, del disparate, de la obliteración, donde se revela la importancia, el sentido, la significación de la enumeración para Borges: “Como desesperaciones aparentes y consuelos secretos habrán de considerarse, en su obra, la desarticulación sistemática y la salteada detención en lo incomunicado, la fragmentación que enjuicia la prevista sucesividad textual a la vez que socava la superstición del texto único y definitivo. Borges cuestiona e inquieta los componentes del destino del hombre como cuestiona la configuración sintáctica de un texto, temiendo y conjurando el posible reverso de la heterogeneidad que propone: un yo, un tiempo, un mundo, un texto, determinados por la severa causalidad. ‘Nuestro destino -escribe Borges- no es espantoso por irreal, es espantoso porque es inevitable y de hierro’”.

Un comentario en “Píldoras de la crítica. La enumeración en Borges. Carlos Gamerro, Daniel Balderston, Sylvia Molloy

  1. Super intetesante para leer y releer a Borges y las apreciaciones de estos estudiosos de su obra y revonectarse con lo que experimento cada uno al encontrarse con estos maravillisos y un tanto enigmatcos cuentos

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