ARTE Y LITERATURA. (Cisnes), Berthe Morisot. Paul Valery

“El culto de la luz [innovación del Impresionismo] admite tantas formas y ritos cuantos devotos tenga. Cada uno de éstos tiene su propia oración. Monet atrapa siempre más y mejor el instante mismo del deslumbramiento luminoso. Renoir, el más carnal del grupo, se centra en la voluptuosidad de la mirada; en cierto modo, da color al placer de tocar la fruta, la seda, los desnudos, todo lo vivo …

Un poco aparte, a distancia, una mujer: Berthe Morisot. Ella pinta a su manera …

Permaneció casi toda su vida algo desdibujada. Su obra, muy apreciada por unos pocos iniciados, quedó como ofuscada por la gloria siempre más proclamada de los otros pintores de su grupo …

La singularidad de Berthe Morisot fue vivir su propia pintura y pintar su propia vida, casi como una función natural y necesaria, unida a su régimen vital, que juega con la observación y la acción, con la voluntad creadora y la luz. Ella cogía, dejaba y volvía a retomar, del mismo modo que una idea nos llega, se nos desvanece o regresa. Y esto confiere a sus obras el encanto muy particular de una relación estrecha, casi indisoluble, entre el ideal del artista y la intimidad de una existencia. Siendo joven, esposa o madre, sus bocetos y cuadros siguen su devenir y lo hacen con mucha cercanía. Me atrevería a decir que el conjunto de su obra sugiere la imagen del diario íntimo de una mujer, donde las páginas ceden paso al dibujo y al color …

Sus modelos están en su entorno: su marido, su hermana, su hija, sus sobrinas, alguna amiga o la chica de la portería. En cuanto a las cosas, son los objetos familiares, los jarrones, los muebles, las flores entre las que vive.

Ella vive junto al Bois de Boulogne, que le proporciona lo que necesita de paisaje: árboles, brillos del lago, hielo sobre el que patinar … Lienzos hechos con nada, una nada multiplicada por el arte supremo de la pincelada, una nada de niebla, de cisnes entrevistos, prodigios de un pincel que apenas acaricia el lienzo. Esa caricia lo da todo: la hora, el lugar, la temporada, el saber, la inmediatez, el gran don de reducir a lo esencial, de aligerar hasta el extremo la materia, hasta llevar a la máxima expresión la impresión del acto del espíritu”.

Mallarme, hablará del “encanto de lo cotidiano” en Berthe Morisot. Refiriéndose al Impresionismo -del que Berthe Morisot fue fundadora con Manet y sus compañeros-, dice que logra “reflejar en el claro y duradero espejo de la pintura aquello que vive perpetuamente pero muere en cada instante”.

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