
“Pero de todos los cuadros de Brueghel el que más invita a la reflexión no es propiamente alegórico ni sistemático. El Camino del Calvario es uno de sus lienzos de mayor tamaño, atestado de pequeñas figuras rítmicamente distribuidas sobre un vasto y romántico paisaje. La composición es sencilla, agradable en sí misma y parece surgir de la misma escena en lugar de serle impuesta.
De la Crucifixión y del Calvario existen infinidad de representaciones realizadas por los más variados y admirables maestros. Pero de todos los que he podido ver, este Calvario de Brueghel es el más sugerente y, por su dramatismo, el más atractivo. Todos los otros maestros han pintado estas terribles escenas desde dentro hacia afuera, por así decir. Para ellos, Cristo es el centro, el héroe divino de la tragedia, es el hecho que condiciona y transforma todo lo demás, la figura que explica el horror del momento y que todo lo ordena, en una jerarquía del bien y del mal, en torno a ella. Brueghel, por el contrario, empieza desde fuera y se va adentrando. Representa la escena como se le habría aparecido a cualquiera que pasara por el camino del Gólgota en esa mañana de primavera del año 33. Otros artistas han pretendido ser ángeles y pintar la escena como quien ya conoce toda la importancia de la misma. Brueghel no abjura de su humanidad y decide por su parte ser un mero observador. Lo que muestra es un gentío subiendo con brío y alegría las laderas de una colina. En su cima, a media distancia a la derecha, hay dos crucifijos ya levantados, y en medio de ellos un pequeño agujero en el suelo en el que otra cruz pronto será plantada. Alrededor de las cruces, en la colina desnuda, se ha formado un anillo de personas, que con sus cestas de comida han llegado para pasar el día y disfrutar del espectáculo gratuito ofrecido por ,los representantes de la justicia. Los que ya han tomado su sitio junto a las cruces son los precavidos, hoy en día, esas personas estarían, armadas con sillas plegables y termos, formados con seis horas de antelación, cola para algún espectáculo en Covent Garden. Los menos previsores o más aventureros están en la multitud que sube la colina junto al tercero y mayor de los criminales, y cuya cruz ocupará un lugar preferente entre las otras dos. En su ansiedad por no perderse mientras suben, olvidan que les tocará quedarse con los peores asientos cuando lleguen al lugar de la ejecución …
Esa impaciente, trémula, lasciva sed de sangre y brutalidad que en nuestros días más civilizados sólo podemos satisfacer, apartados de la realidad, con las páginas de los periódicos, se complacía con mayor franqueza e inmediatez en los tiempos de Brueghel. La ingenua bestia que anida en todo hombre era menos sofisticada, se le daba más cuerda, y con alegría podía ladrar y mover su cola mientras acorralaba a la víctima escogida. Vista así, impasiblemente, desde fuera, la tragedia ni redime ni exalta, espanta y desespera; o, también, puede provocar un espantoso júbilo …
Brueghel hace, sin embargo, una concesión a la convención que quiere que esta escena se represente henchida de tragedia y coloca en el primer plano de su cuadro un pequeño grupo compuesto por las santas mujeres que sollozan y se retuercen las manos. Las santas no quedan integradas con las otras figuras del cuadro, con las que están básicamente en disonancia … Un pequeño oasis de sentida espiritualidad, una isla de conciencia y comprensión en medio de la omnipresente estupidez y brutalidad”.
Un comentario en “ARTE Y LITERATURA. El camino del Calvario, Brueghel el Viejo. Aldous Huxley”