La Divina Comedia. Paraíso, de Dante Alighieri

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La Divina Comedia. Paraíso, de Dante Alighieri

El Paraíso, “acá do el bien sentir jamás se altera”. Acaso el de más difícil transmisión. “Y cosas vi que revelarse/ nunca podrán por quien de allí desciende”, aunque lo instan a que lo haga, como un testimonio. Por eso invoca a Apolo, dios del canto y de la lira; recordando con temor a Marsias a quien Apolo castigó por rivalizar con él en estas artes.

De difícil transmisión, en parte, porque es allí todo, de manera creciente, luz: “cual si ornado hubiera/el cielo de otro sol aquel que puede”; luz que ciega, y luz riente también, llena de alegría, y cantos.

De difícil transmisión porque es difícil de creer. “Y al sol miré, como en mortal no es uso. /  Mucho es lícito allá, no dado al brío/ del hombre que respira”.

Pero esta dificultad es también un desafío. “La novedad del son, el brillo inmenso, / a investigar la causa me provoca”.

Así, el Paraíso es el Canto de la duda. Y no se trata de una reconvención a la duda en nombre de la fe. Por el contrario, la duda se alienta. 

“Tú dudas…”

Dudas que Beatriz en primer lugar, va esclareciendo. Tan alto, tan divino, tan luminoso, que parece quedar sin su propia voz, la duda asoma en su mente, y sin pronunciar palabra Beatriz la sabe y la responde; cuando habla, es porque le mandan hablar. “Porque el ansia de saber se llene”; Beatriz y otras almas que allí encuentran, van respondiendo sus dudas.

“Tú dudas y pretendes que yo cierna

mis palabras…”

Dudas que van surgiendo en cada cielo con quien lo preside y con las almas que lo habitan, en una jerarquía de las virtudes, de las bienaventuranzas, por el que va ascendiendo, y que nos da la estructura del Paraíso: la luna, presidida por los ángeles, habitada por las almas de los que faltaron a sus votos religiosos – Mercurio, por los arcángeles, habitado por las almas consagradas a adquirir inmortal honra y fama – Venus, por los principados, habitado por las almas de quienes dominaron la pasión del amor – el Sol, por las potestades, habitado por los doctores de la ciencia divina – Marte, por las virtudes, habitado por las almas que derramaron su sangre por la fe – Júpiter, por las dominaciones, habitado por las almas que administran la justicia – Saturno, por los tronos, habitado por las almas dadas a la vida contemplativa – el cielo de las estrellas fijas, por los querubines – el primer móvil, por los serafines, donde verá a la corte celestial, Jesús, María, Dios, la Trinidad. Y, “de aquí en adelante lo que vi no ensayo decir”.

Tenemos una estructura con su jerarquía, como en anteriores Cantos, y una diferencia, en el estilo: se dirige a nosotros: “Piensa, lector…”; “Conmigo, pues, lector, alza la frente”.

“Tú dudas y pretendes que yo cierna

mis palabras, y en claro idioma fije…”

Las dudas de Dante en este ascenso: la causa de tal luminosidad. Cómo llegó al Cielo. Si es con manchas la luna. Sobre la doctrina de Platón. Sobre por qué las almas se les disminuye la gloria si no fueron por sí mismas sus faltas sino cometidas bajo violencia. Si las faltas pueden compensarse con buenas obras. Por qué fue justa la crucifixión de Jesús. Por qué justo el castigo a los judíos. Por qué escogió Dios ese modo de redimirnos. Sobre la justicia de los juicios de Dios. Sobre si puede salvarse el que no conoce la fe de Cristo. Sobre los ángeles. Sobre el Paraíso mismo. Sobre el diverso merecimiento de gloria de los niños, siendo todos inocentes.

Beatriz le explica, lo esclarece, paciente. “Yo te alumbraré presto la mente”.

Necesita de su guía: “Por arte a que acudiera, ingenio, escuela, / a comprender jamás llegara”.

Además, la luz que aquí todo lo baña, puede esclarecerlas. “la tiniebla/ que tu mente de dudas tantas puebla”.

“Tú dudas y pretendes que yo cierna

mis palabras, y en claro idioma fije,

porque tu humano alcance lo discierna.”

En la explicación, recurre a las armas de la demostración: el argumento: “Del juicio tuyo lo falsario/ pronto verás, si tu atención se atiene/ al argumento que te haré contrario”; la refutación; la instancia; “la experiencia, fuente de toda humana ciencia y arte”. Y le habla a su inteligencia, antes que a su fe: “tu entendimiento con luz quiero ilustrarle”.

Pero, también, en la explicación le reclama que vea, sí, que vea. Es que “Veráse allí lo que por fe se aprende, /sin prueba, por sí mismo demostrado, / cual verdad que a priori se comprende”. Ver para creer. Así que, bueno, que vea. Y por Dante, que nosotros veamos.

Porque,

“¡Ay, ánima sin fe, turba engañada,

que apartáis de ese bien vuestros amores,

y en lo vano fijáis vuestra mirada!”

Pero hay también otro modo de alejarse de lo vano -y, yo agregaría, a la vez conservarlo y disfrutarlo-, y es la literatura. Porque, ¿cómo llegó Dante al cielo? Su tatarabuelo, Caciagüida, a quien allí encuentra, se lo dice:

“en este cielo, hijo,

en que estamos, merced al que la pluma

te concedió para volar tal trecho”.

[Como excepción, veamos qué nos dicen otros. Thomas Carlyle dice tajante que “no nos satisface gran parte de la crítica que prefiere el Infierno a las otras dos partes del poema. Estas preferencias se deben a la escuela sentimentalista y byroniana … Los tres compartimientos se mantienen y corresponden mutuamente, y son indispensables el uno al otro. El Paraíso, a mi modo de ver, es una especie de música inarticulada, la parte redentora del Infierno; sin él, carecería éste de verdad. Los tres realizan el verdadero mundo invisible … ¿No tiene cada hombre un alma? Pues entonces no será solamente un espíritu: lo es ya. Para Dante, el hecho es del todo visible: lo cree, lo ve, y por eso lo canta. El Infierno, el Purgatorio y el Paraíso son, además, un símbolo, una representación emblemática de su creencia en ese universo … la manera como aquel poeta cristiano llegó a comprender que el bien y el mal eran los dos elementos polares de aquella creación, sobre los cuales gira todo … Infierno, Purgatorio y Paraíso no se crearon para representar emblemas … ¿Acaso no eran hechos indudables, dignos de culto, el corazón del hombre considerándolos prácticamente verdaderos y la naturaleza confirmándolos en todas partes?”).

(Edaf. Traducción del Conde de Cheste)

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